El aparato del Partido Republicano busca evitar que Donald Trump asegure su nominación en las primarias para así elegir a su candidato a la Casa Blanca en una convención disputada, un escenario impredecible no visto en Estados Unidos desde 1952.
La marcha a paso firme del incendiario magnate hacia la cifra mágica de 1.237 delegados, la mayoría que garantiza la nominación antes de la convención, tiene a todo el movimiento republicano "anti-Trump" sumido en un intenso debate sobre la mejor manera de evitar que sea el candidato en noviembre.
Este sector se ha rendido a la evidencia de que es matemáticamente improbable que el senador Ted Cruz asegure su nominación en las primarias, ya que para ello necesitaría ganar más del 80% de los delegados que quedan en juego hasta junio.
El tercer republicano en liza, John Kasich, tiene ya imposible alcanzar esa cifra y su apuesta es resistir hasta la Convención Nacional de julio, donde los delegados elegidos en las primarias votan al candidato a la Casa Blanca, con la esperanza de que nadie llegue con la mayoría ni la consiga en la primera ronda y por tanto pase a ser disputada.
Su anhelo es compartido por todos los conservadores que consideran que si Trump es su candidato no solo sufrirán una dolorosa derrota en las presidenciales de noviembre sino que se fracturará el partido y perderán el control del Senado.
Tras el fracaso de Jeb Bush y Marco Rubio, las apuestas del "establishment", el único escenario realista para evitar la nominación de Trump es volcar su apoyo en Cruz y Kasich para que le arrebaten los delegados suficientes para que no alcance la mitad más uno de los 2.472 en juego (1.237).
La victoria de Kasich en Ohio esta semana se ha revelado un arma de doble filo: por un lado negó al magnate 66 delegados vitales para avanzar hacia la nominación, pero por otro beneficia al multimillonario ya que su continuidad en las primarias divide el voto "anti-Trump" entre él y Cruz.
El escenario de una convención disputada se anuncia cada vez como más probable ya que, si el magnate sigue ganando con los márgenes actuales, no logrará hacerse con el necesario 60 % de los delegados que quedan en juego para asegurar su nominación.
Si un candidato logra la mayoría en las primarias, el escenario más común en el último medio siglo, la convención se limita a ratificar su nominación en una sola votación en la que solo el 5 % de los delegados son libres de apoyar a quien deseen, mientras que el 95 % debe seguir lo decidido por el voto popular en las primarias.
De no llegar nadie con mayoría, la convención pasa a ser abierta y, si nadie logra sumar una mayoría en la primera ronda con ese 5 % de delegados libres, la convención se convierte en disputada.
Entonces se celebra una segunda votación en la que el 57 % de los delegados, de más de 30 estados, pasan a ser libres.
Si nadie logra la mayoría, se pasa a una tercera votación en la que el 81 % de los delegados son libres y normalmente no es necesaria una cuarta vuelta.
En este proceso, caótico e impredecible, pueden aparecer candidatos que no compitieron en las primarias o que lo hicieron pero se retiraron por falta de apoyo popular.
Según las reglas vigentes, para que un candidato asegure la nominación no solo tiene que tener la mayoría de los delegados sino también debe haber ganado más del 50 % de los delegados en al menos ocho estados, algo que hasta ahora solo ha hecho Trump y en once.
No obstante, esta y otras reglas, pueden cambiarse antes de que comience la votación.
Ni a Trump ni a Cruz les interesa llegar a una convención disputada, porque saben que no cuentan con el apoyo del aparato y temen que se saque de la chistera otro candidato más de su gusto.
El magnate ya ha advertido de que si el partido maniobra en su contra en la convención "habrá disturbios" de sus entusiastas seguidores, mientras que Cruz ha pronosticado una "revuelta" si el "establishment" logra que se imponga un candidato de su cuerda sin el apoyo popular previo.
El senador solo ve con buenos ojos una convención abierta, es decir, que ni él ni Trump lleguen con la mayoría y sean los únicos que se sometan a una primera votación que el senador confía en decantar a su favor gracias al 5 % de delegados libres.
Eso es lo que ocurrió en 1976, la última vez que los republicanos llegaron sin nominado a su convención, cuando el entonces presidente Gerald Ford logró imponerse a Ronald Reagan en la primera votación.
Los conservadores no han vivido desde 1948 una convención disputada, un escenario que abre la puerta a intrigas políticas dignas de la ficción, cuando Thomas Dewey necesitó tres votaciones para lograr la nominación.
La última vez que el país asistió a este espectáculo político (las convenciones duran varios días y cuando están reñidas todo es posible) fue en la demócrata de 1952, en la que Adlai Stevenson no se alzó nominado hasta la tercera vuelta.
Pese a los riesgos que implica y la imagen de división que proyecta una guerra interna bajo todos los focos, el núcleo tradicional republicano parece tener menos miedo a ese escenario que al de competir por la Casa Blanca con un candidato explosivo de retórica xenófoba, ultranacionalista y sexista cuya campaña está rodeada cada vez más de protestas e incidentes violentos.