Un sueño que por entonces peligraba –me dice. La pista se ciñe al terreno arenoso calizo del que fuera cortijo Berlanga. Se observa muy poco caserío o a mí me lo parece. Me esperaba un complejo mucho más amplio. Los pocos inmuebles dedicados al alivio de la clientela DobleVIP que puede “quemar rueda” en Ascari, se asoman al asfalto como si los diseñadores hubieran querido dejar patente desde el primer instante que su negocio es la velocidad. Adrenalina pura, aceleración en vena, precios prohibitivos, capricho de triunfadores al volante de los más exclusivos modelos… Y todo en mitad del paisaje mediterráneo que la propiedad, la gerencia, vaya, mima hasta extremos increíbles.
Aparco el Ka de mi hija junto a algún Range que supera lo que me resta de hipoteca. Huele a lujo, a limpieza casi obsesiva. Una rotonda donde señorea una encina centenaria a la que se accede por una escalera de piedra tosca, se abre al área de boxes y a unos garajes subterráneos perfectamente acoplados a la inclinación original del monte. Piedra y madera. Verdor de invierno rondeño. Me dirijo hacia donde creo que espera Melchor, pero me llama desde el lugar donde supervisa unas obras. Nos alejamos del área de clientes y me hace un café en vaso de plástico en el reservado donde otros trabajadores toman el bocadillo de las diez. Recorremos pasillos y jardines, dejando atrás fuentes y macetones marcados con el omnipresente logo de Ascari. Melchor, afable y hablador, abre puertas y cancelas poniendo el dedo en un lector de huellas
–“Es de una empresa de Klaas…”, dice- y por fin llegamos a una estancia donde podemos conversar.
Vaya por delante que fui uno de los tantos que se opusieron al proyecto Ascari. Hasta amigos perdí.
— No fue usted el único. Tal vez Ascari no se presentó como debía. En los inicios, faltó comunicación y se echó en falta capacidad para contrarrestar con datos y evidencias las muchas falsedades que se vertieron sobre un proyecto único en el mundo.
¿Y no será que el primer director de Ascari no fue precisamente un virtuoso de las relaciones públicas? Con algunas de sus declaraciones, yo tuve la sensación de que nos veía como los colonos yanquis al sioux.
— Es poco educado criticar a quien se sustituye. Digamos que sabía poco del carácter andaluz. Aunque sin mala intención, le costaba moverse en el entorno institucional y social de Andalucía. De ahí, pienso, los malos comienzos que tuvo una iniciativa que suponía, de entrada, una inversión próxima a los 70 millones de euros.
Peor me lo pone: no se explica tanta pasta al albur de alguien así.
— Las empresas no siempre aciertan. Era un tanto especial. Creo que veía la idea así como… Bueno, como esto es privado, yo puedo hacer lo que quiera… Y no era así, ni entonces ni ahora. El proyecto sumó mucha oposición, pero más por falta de información que por maldad. Poco a poco pudimos demostrar que Ascari es un proyecto limpio. Hay que olvidar y aprender del error. Tengo por lema que en las guerras pierden dos: uno más y otro menos, pero los dos.
Una reflexión interesante, aunque a destiempo.
— Yo me preguntaba entonces que por qué había que buscarse enemigos cuando estábamos haciendo las cosas bien y la propiedad era la primera interesada en respetar el medio ambiente. Un dato. Teníamos permiso para talar 14 encinas, que no es tanto, ¿verdad? Pues Klaas se negó y nos exigió trasladarlas. Casi treinta mil euros pagamos a la cooperativa Salvar la Encina. ¿Sabe dónde están?
Dígamelo usted.
— Son las que ha visto a la entrada. Catorce. Y no se perdió ninguna. Así todo.
Pues no se entiende tanta oposición: partidos, grupos ecologistas... ¿Qué falló?
— Faltó comunicación para vencer la desconfianza. Cuando se me confía la dirección, me pongo a cerrar heridas, abro puertas y facilito toda la información que nos piden. Hoy se nos reconoce calidad medioambiental según las ISO 14001 y 9001, pero certificadas por Lloyd’s, una de las empresas certificadoras más exigentes. Transparencia máxima.
¿Hubo algún momento en que la propiedad quisiera abandonar?
— No creo. Klaas no es de los que se rinde. A más mentiras contra Ascari, más empeño. Esa fue nuestra estrategia.
Recibe una llamada, pero la rechaza. Poco a poco voy descubriendo a alguien que conoce el mundo de los poderosos, pero que sabe que hay unos límites, unas normas, un respeto… Se le ve a gusto.
— Usted me dice que estuvo en contra y lo entiendo. Yo mismo con la información que había en la calle también lo hubiera estado. Se nos acusó de todo. Que aquí no se iba a dejar ni una encina viva, que íbamos a poner en marcha una especie de Jerez II… ¡Tengo cada recorte de prensa! Y sin embargo, como se puede ver, nada más lejos de la realidad. Hemos aumentado la arboleda en más de 3.000 pies y ni siquiera utilizamos abonos químicos.
Tiempo habrá de hablar de todo eso.
— Pero es que “eso” es muy, pero que muy importante. Usted mismo, que por lo que veo es observador fino, me comentó que le había llamado la atención el camión de bomberos de la entrada.
Cierto.
— Pues gracias a ese camión, hace unos años, cuando hubo varios incendios, se pudo controlar el fuego. No dudé ni un instante en poner mis medios a disposición de los demás. Añada la balsa privada que hemos construido con nuestro dinero para que los helicópteros públicos carguen agua… No creo que haya otra igual en España.
Nadie duda del mimo con que tratan el entorno. Pero yo lo que quería decir es que justo cuando el ambiente sociopolítico les era más hostil, llega usted. A mí, como ya le dije antes, más que Ascari, cuyos dimes y diretes se encuentran en Internet, lo que me interesa es conocer a Melchor Durán.
— Tampoco hay tanto que decir…
Lo decía porque soy de los que creen que Ascari no sería una realidad en Ronda sin su habilidad para tratar con la gente. Usted dotó al proyecto Ascari de viabilidad desde el momento en que asumió que la realidad política tiene unos cauces y unos tiempos que hay que respetar y cumplir.
— Sin duda… El proyecto necesitaba alguien del sur, con los pies en la tierra. Yo estaba hecho a moverme en el mundo de las instituciones desde el respeto, pero con las ideas muy claras. Ahí sí que saco pecho. Me enamoré del proyecto Ascari y lo sentí como propio desde el primer instante. Estaba tan seguro de sus bondades como modelo de negocio y de su impacto positivo en la economía de la comarca que… Mire usted, más de una vez hice esperas de días para que se me recibiera en algún despacho, pero no me rendí. A los tres días se me recibía y podía argumentar. Fue una carrera de obstáculos, pero los fuimos superando y hoy somos el circuito más exclusivo del mundo. En Ronda.
Y sí, asumo como propio lo que cuenta este rondeño con sangre benaojana y arriateña, nieto del Dr. Durán, uno de los primeros propietarios de coche en la ciudad. Su padre fue supervisor de muchas de las obras realizadas en las bases de Rota y Morón. Él mismo ha licitado y conseguido, pásmense, trabajos para la NASA y la OTAN. Experiencia y conocimientos a pie de calle, Melchor tiene un algo de marchante esquinero que le permite tratar con el mismo tacto a un jeque de Emiratos que a un trabajador de Voltasur o a uno de los pintores que se afanan en el pequeño salón donde comerán, dentro de un mes, algunos asiduos de la revista Forbes, llegados a Ronda para soltar adrenalina en un circuito más que excepcional. Se puede decir que el hombre que hizo de Ascari un reto personal, se ha empeñado en superar los malentendidos de los comienzos. Le pido nombres de clientes, pero ni por asomo pasa de los que todos conocemos, y se desvía y sigue a lo suyo:
— “Yo entendía toda aquella negatividad. Por Ronda habían pasado muchos proyectos que se quedaron en nada. Era normal que la gente estuviera a la defensiva. Pero mire usted, nosotros, Ascari y Klaas Zwart, no somos una quimera: somos una realidad que contribuye a que Ronda sea todavía más conocida en el mundo, que ya es decir…”.
Reconozco que supo ganarse a la opinión pública.
— Desde la verdad –recalca. Y apura lo poco que le queda del café. Sin azúcar.
Una prueba del buen rollo entre Ayuntamiento y Ascari es que los Reyes Magos han llegado en uno de sus helicópteros.
— Siempre que podamos, estaremos abiertos a la colaboración. Y quede claro que Ascari nunca pide nada a cambio. Nosotros sólo pedimos que se nos trate igual que a los demás. Ni mejor ni peor.
Vuelvo al mensaje de no rendirse ante la adversidad, sobre todo de cara a la gente joven que nos lea.
— Si crees en algo, no te rindas. Lo bonito de la vida es alcanzar las metas con esfuerzo. Lo fácil casi nunca merece la pena.
Volviendo a su ascenso al frente de Ascari…
— Pero es que antes hay tanto que decir… Me gustaría hablar de nuestro apoyo al deporte, a los deportistas.
Pero no hay tiempo. Una hora llevamos y dos páginas tenemos.
— Vale. Esto es el sueño de Klaas Zwart, pero Klaas no es un rico al uso. Es toda una leyenda en la mejora de los sistemas de prospección, una autoridad en el mundo del petróleo. Que es muy rico nadie lo duda, pero algunos olvidan que es un ingeniero mecánico hecho a sí mismo, con cerca de trescientas patentes avalando su trabajo. ¿Sabe? A veces me pregunto por qué eligió Ronda precisamente para hacer realidad el sueño de un circuito propio…
Estamos hablando de Ascari y de su dueño, pero yo he venido a conversar sobre usted. La biografía y el currículum de Klaas Zwart están en Google. Es obligado hablar de él, pero primero dígame cómo llega usted a ser la cara visible de un negocio en apariencia de locos… ¿Cómo se llega a la dirección de un circuito que ya es mítico entre los más exclusivos, y ricos, amantes del motor?
— Por casualidad. Como si estuviera escrito.
¿Pero cómo se llega a dirigir este lío de Ferraris, Ascaris con motor Jaguar, Rolls, Mercedes, BMW, Aston Martin…? Porque tiene a su custodia un pastizal en carbono y acero. ¿Qué formación académica se requiere?
— En mi caso, muy poca. No me gustaban los estudios y comencé a trabajar con 18 años. Yo llego a Ascari desde la obra civil, tenía experiencia como contratista. Un buen día, en Sevilla, me llega información sobre un guiri –así se referían a Klaas- que quiere construir un karting en Ronda.
Eso del karting no lo sabía…
— Era agosto de 2001. Pillo el coche y me vengo al cortijo. Llamo a la puerta y me abre el ingeniero Luis Urrutia. Me presento y me ofrezco como contratista.
Lanzado sí que es.
— Si quieres algo, búscalo. Pero cuando me dicen que lo que pretenden ejecutar es un circuito… ¡Me quedo de piedra! Con ayuda de un tractor habían dibujado el trazado en un campo de cebada o avena, ya no recuerdo. De los 500 metros del karting a los 5.500 del circuito hay diferencia… Me sorprendo, pero no me echo para atrás.
Que fue al grano, vamos.
— Conocía mis posibilidades. Tenía buenas relaciones con la empresa Rus de Sevilla, formamos una joint venture y nos hicimos con la obra compitiendo con empresas de gran nivel. Llegué como contratista, quede claro, y acabé contribuyendo a que un visionario como Klaas hiciera realidad el sueño Ascari. Después de acabar la obra, pensaron que era el idóneo para la dirección, y aquí estoy.
Usted conoce el valor del dinero, pero yo no acabo de entender qué venden y qué compran en Ascari.
— Si me permite… Klaas recorrió buena parte de Andalucía en helicóptero buscando un lugar donde hacer realidad lo que algunos consideran un capricho de millonario y otros, como yo, que lo conozco bien, entendemos que es la ejecución de un sueño.
Un sueño muy caro.
— Se lo podía permitir. Esto no es economía. La inversión inicial es irrecuperable porque no se sostiene con criterios contables. Klaas encontró su sitio y ha conseguido hacer realidad el sueño. Y yo, como enamorado de este proyecto, ayudé en lo que pude. Esto, por falso que parezca, no está pensado para ganar dinero.
Ahora soy yo el que se vuelve piedra.
— Klaas puede disfrutar de su pasión por los coches, descansar en el entorno que eligió. En Ascari nos conformamos con tener actividad que cubra gastos y nos permita ser un referente mundial muy difícil de imitar, precisamente por la imposibilidad de recuperar la inversión inicial. Mantenernos y cubrir costes es nuestro objetivo. Y como la idea no surge desde la frialdad de un despacho, el circuito Ascari levanta pasiones y transmite emoción. No es propaganda, pero es algo único hecho realidad en un lugar único como Ronda: proyectado y ejecutado, nada de castillos en el aire.
Vuelvo a preguntar, ¿de qué viven ustedes? ¿Qué hacen para ganar dinero?
— Primero diré lo que no se hace. No se hacen carreras ni eventos masificados, no hay gradas, ni publicidad… Justo lo contario que el resto de los circuitos del mundo. Lo que sí se hace es apostar y conseguir las grandes presentaciones mundiales. Este año vienen Lexus y BMW a mostrarse a nivel mundial como marcas. No un modelo, sino la marca… Prensa y medios mundiales, clientes de nivel… Y eso tiene su repercusión en Ronda, pues son meses y meses de eventos y difusión gratuita. Lo nuestro es la exclusividad que ofrece este modelo de negocio, a lo que se suma la imagen de Ronda. Otros clientes de Ascari son bancos y grandes corporaciones que premian a sus directivos con incentivos que incluyen nuestros servicios. Y la tercera pata del negocio es el club donde los socios dejan sus coches para que se los cuidemos, al tiempo que pueden utilizar el circuito unos días al año.
En cuanto al mantenimiento, restauración y demás, supongo que tiran de Ronda.
— Evidentemente. Duro que podamos dejar, aquí se queda. Es un modo de devolver lo mucho que se nos da. La riqueza que se deriva de una clientela tan exclusiva beneficia a hoteles, taxistas, tiendas de suvenir, restaurantes, bares… Sin ir más lejos, el Reina Victoria hay momentos en el año que se llena gracias a Ascari, y eso que nosotros no pedimos nada a cambio, ni aceptamos comisiones.
Tenemos que ir cerrando. ¿Trabajadores?
— Fijos unos treinta, pero se llega a los sesenta.
¿Qué pide Ascari a su gente?
— Que les guste lo que hacen y que no creen mal rollo. Que sepan trabajar en equipo y sientan el proyecto.
¿IBI?
— Unos 80.000 euros.
¿Facturación anual?
— De 4 a 5 millones de euros, de los que al menos 2 se quedan en Ronda. El resto se dedica a cubrir gastos o se reinvierte en mantenimiento.
¿Licencias de obra?
— Desde que Ascari comienza, unos 2 millones. Pero hay valores más importantes que el dinero. En términos de publicidad, ¿cómo se cuantifica que el nombre de Ronda aparezca en mayúsculas en lugares como Emiratos, Tokio o Birmingham? Yo creo que Ronda y Ascari son un modelo de colaboración muy interesante para ambas partes.
Y finalmente, ¿qué le falta a Ascari para ser el sueño perfecto?
— Lo mismo que a Ronda: un hotel cinco estrellas que retenga a una clientela que lo demanda.
Paro la grabadora con una sensación extraña. El modus vivendi de los clientes de Ascari ni me atrae ni me causa envidia. Nunca entenderé a quienes se desquitan de la locura de la bolsa o de los vaivenes de la OPEP pisando el pedal de un Lamborghini en alguna de las 26 curvas de este circuito. Pero no se trata de mí sino de ellos.
Y Melchor Durán, en el fondo, se me antoja una especie de conseguidor sagaz, refinado y de fiar: la cara amable que garantiza trato exclusivo, adrenalina y discreción. Sabía que sus principios estarían en las antípodas de los míos, pero he descubierto que sabe dónde pisa y cómo “vender” el sueño de un millonario que también se hizo a sí mismo. Al más puro estilo sur… Puede que Ronda sea algún día la explicación al “Rosebud” tan caro como exclusivo que asemeja a Klaas Zwart con el personaje mítico de Orson Welles, ya sabes, Charles Foster Kane. Catorce encinas: treinta mil euros: lo que distingue al rico del simple millonario.