Dice que no quiere un homenaje sino que su hermandad le reconozca los cincuenta años que va a cumplir llevando la cruz de guía del Nazareno. Al fin y al cabo va a cumplir medio año sin ver en vivo la salida de sus titulares, porque para entonces él ya está en la mitad de la carrera oficial de una Semana Santa isleña que ya no tiene lo que tenía antiguamente. De hecho, nadie en este tiempo se ha interesado por quitarle el puesto ni él estaría dispuesto a dejarlo de buen grado. Y además lleva otra cruz, la presidencia de una asociación de vecinos, que no es poco en estos tiempos en los que nadie quiere complicaciones ni peleas con los vecinos y con las autoridades municipales. Y su esposa no lo ha echado de casa.
—Lleva cuarenta y nueve años llevando la cruz de guía del Nazareno. ¿No ha habido nadie en este tiempo que haya pedido llevarla?
—Hasta ahora nadie. Y mientras que yo pueda seguiré llevándola.
—Empezó a llevarla…
—Mi padre, que la llevó muchos años y me la cedió a mí.
—¿Cuánto pesa la cruz de guía?
—No la he pesado, pero más de treinta kilos tiene que pesar. Al salir. Cuando llevas un rato pesa más.
—Y cuesta arriba más todavía. Yo creo que nadie se la pide porque es la peor penitencia que puede hacer un cofrade. Porque usted nunca ha visto la salida del Nazareno.
—Nunca.
—¿Dónde le coge?
—Casi en medio de la Carrera Oficial. Y al recoger tampoco, porque yo entro el primero y se ponen en la puerta todos los que vienen detrás y tampoco me da tiempo a verla.
—En este caso los últimos son los primeros.
—Pero a mí no me importa. Yo veo al Nazareno todo el año en la iglesia. Paso por allí y entro para verlo.
—Creo que está justificado que nadie quiera llevarla.
—Pero nadie ha ido a pedir llevarla. Y llevar la cruz de guía es una ilusión muy grande, no sólo del Nazareno, sino de cualquier hermandad. Mientras yo pueda la llevaré porque eso te lo respetan. Todas las juntas que yo he tenido siempre lo han respetado.
—Usted es cofrade desde que tenía ocho años. ¿Ha cambiado mucho la Semana Santa?
—Yo salía con mi padre. Él iba con la cruz de guía y yo a su lado. Ha cambiado en las juntas, que las de hoy no son las que había antes.
—Pero es normal que cambien las juntas.
—Sí, pero las juntas de antes daban otro prestigio que no da hoy. Hoy ni te conocen. El hermano mayor no sabe que yo llevo la cruz de guía. Sin embargo hermanos mayores y juntas anteriores me conocían.
—¿Muy anteriores?
—Sí. La que estaba don Manuel, el que estaba en el banco. Don Manuel… el primer hermano mayor que yo tuve.
—Yo lo veo normal. Antes había menos hermanos, La Isla era más chica, la gente se conocía más…
—Pero es que ahora no hay hermandad.
—Eso es más grave.
—Para mí que no hay hermandad, porque a ti te hace falta una cosa y vas allí y no te la dan. Eso ha cambiado mucho.
—Como decía aquí mismo el pregonero y arcipreste de la ciudad, en las hermandades habrá un poco de todo, unos que son más hermanos y otros menos.
—Sí, ahí somos hermanos de un día nada más para salir y hermanos de todo el año entero. Yo soy hermano del jueves y de todo el año entero.
—Las hermandades tenían antes más prestigio en la calle, más autoridad.
—La Semana Santa era más seria que hoy. Antes pasaba una persona por medio de los penitentes y la echaban para atrás. Hoy no, hoy pasamos como si fuera el patio de tu casa.
—También hacen unos huecos entre secciones….
—Sí hacen huecos, pero no veo yo la Semana Santa de hoy como la de hace veinte años.
—Es menos religiosa.
—Religiosa no hay ninguna, apenas. La gente no va a misa, ni va a los cultos, ni va a hacer nada.
—Hoy en día la Semana Santa, independientemente del carácter religioso, tiene un carácter económico, para la hostelería. Antes también tenía ese componente económico, porque las cuadrillas cobraban, era un sobresueldo que tenían…
—Sí, pero cobraban muy poco antes.
—Antes todo el mundo cobraba muy poco.
—Y el que cobraba, porque había gente que no cobraba. Yo recuerdo que he cargado pasos con Nicolás Carrillo y no he cobrado nunca. Yo empecé a cargar con Borriquita y he estado en dos o tres cargando pasos.
—Entonces la Semana Santa para usted…
—La Semana Santa es mía. Yo salgo con mi mujer a la calle y ella, sobre la diez o diez y media, dice, “quillo, me duele un pie”. La llevo a casa y ya sigo yo solo para verlas recoger o por donde sea. A mí me gusta mucho la Semana Santa.
—Recapitulando. Usted ha estado en la Borriquita como cargador.
—Estuve con Nicolás Carrillo y estuve en el Prendimiento.
—¿Y en la junta de gobierno?
—En la del Ecce Homo.
—O sea, Prendimiento, Ecce Homo, Borriquita y Nazareno.
—Nazareno con la cruz de guía. Nunca lo he cargado.
—¿Porque pesa mucho?
—No. Cuando hicieron la cuadrilla de hermanos yo fui a esa junta. Pero si era cargador me quitaban la cruz y preferí seguir con la cruz. Pero me hubiera gustado cargar al Nazareno un día.
—Además de cofrade de cuatro cofradías…
—Pero a mí me gustan todas.
—…Además de eso, lleva otra cruz, que es la de ser presidente de una asociación de vecinos.
—Esa también es una cruz buena, bregar con la gente de una asociación.
—¿Su mujer no le ha puesto los tiestos en la calle?
—Hasta ahora, no, porque es muy buena. Pero me los pondrá cualquier día. Yo vivo arriba de las asociación y me llama y subo.
—Pero también le dicen que baje.
—A las diez o diez y media ya estoy en la asociación, hasta la una y media o las dos.
—Me hace usted un diagnóstico de las hermandades poco esperanzador en el sentido de ser poco hermandades. ¿Las asociaciones de vecinos también tienen un diagnóstico parecido, son más peñas que asociaciones de vecinos tal y como se conocían hace treinta años, que es cuando empezaron a surgir? ¿Los vecinos colaboran, echan una mano?
—No, qué va. Pasa como en las hermandades. Nosotros teníamos la semana pasada un certamen de saetas y los vecinos no fueron casi ninguno. Hemos tenido treinta saeteros y pocos son los que han bajado. Pasan de todo en las asociaciones.
—O sea, ustedes se meten en la junta directiva y ellos dicen que ya tienen junta directiva y que se partan la cara los directivos y que nos arreglen los problemas.
—Los desperfectos de la barriada, porque allí hay un boquete o algo y van a presidente y el presidente es el que tiene que pechear con todo. Y tampoco me quejo, pero vamos...
—¿Y no van a la junta a enterarse de cómo está el barrio?
—No señor.
—¿Y a protestar?
—Tampoco. En mi barriada nadie protesta. Si hay una bombilla apagada se puede llevar veinte días apagada que nadie va a decir que la arreglen. Nadie protesta.
—Pues por lo menos no protestan. Ya que no participan…
—O son muy buenos o nosotros lo hacemos muy bien.
—En La Isla la gente es muy buena. Apenas protesta por nada. ¿Hay gente joven en la junta directiva?
—No. Yo llevo 27 años en la junta, desde que me fui a vivir al Boquete y está la misma junta que hace 17 años. Nadie quiere entrar en la junta. Perece que tienen miedo.
—¿Con el Ayuntamiento cómo se llevan?
—Fatal. El Ayuntamiento no da nada. El dinero de los premios y esas cosas lo tenemos que buscar nosotros.
—Luego lo de convertirse en una peña, con su barra y todo, nada. Como no va la gente, ¿quién va a coger la barra?
—La llevamos nosotros mismos y lo que se gana es para la asociación..
—¿Cómo se porta la Federación?
—Bien. No sólo con nosotros, sino con todo el mundo. Todo lo que nos dan son facilidades.
—El año que viene hará cincuenta años que usted lleva la cruz de guía del Nazareno.
—Yo tengo ya un pergamino por los cincuenta años saliendo con la hermandad del Nazareno. Me dieron uno a los veinticinco años y otro a los cincuenta. Saliendo y sin faltar.
—Digo que como no lo conoce el hermano mayor, lo mismo cumple cincuenta años llevando la cruz de guía y no le hacen ningún reconocimiento. Desde aquí podemos poner sobre aviso al hermano mayor.
—Yo no tengo nada del Nazareno. Hasta el pin que tengo me lo ha regalado mi mujer. Y yo creo que me merezco ya un pin, aunque sea de plata.
—Lo mismo están esperando a que sea la cifra redonda.
—O a que me muera y luego se lo dan a mi mujer.
—Como se muera ese año…
—Ya no salgo el año que viene. Pero no espero morirme. A mí me queda unos cuantos años más con la cruz de guía.
—Entonces le harán el homenaje.
—Yo no quiero un homenaje ni nada. Yo sólo quiero un pin, aunque no sea de oro. Un pin de plata para yo decir lo que me ha dado mi hermandad después de cincuenta años.
—El Nazareno ha sido una de las cofradías que más se han salvado de la lluvia. Quitando esta racha desde principios de siglo, llevaba veintitantos años seguidos saliendo cada Madrugada.
—Le cayó agua, pero ya en la calle.
—¿Qué tiene el Nazareno que llama a tanta gente?
—El Nazareno es el señor de La Isla. Aunque haya muchos santos, tenemos devoción al Nazareno.
—Pero al ser la madrugada da pie a que salgan muchos chavales…
—Pero que se porten bien, porque al Nazareno siempre han ido los padres con los chiquillos chicos a verlo y ya no van por el temor de la bronca. Ahora van niños de14 ó 15 años y van solos. Se toman una litrona y ya la lían. Hay calles por las que el Nazareno va solo. Voy por la calle Ancha y estoy solito. Hasta Capitanía que siempre estaba lleno de gente, ahora está solo.
—Es por la noche y por la mañana.
—A la salida y a la recogida. Durante la noche hay muy poca gente.