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“En aquellos tiempos las gentes se mataban. Y se mataban mucho"

Augusto Ferrer-Dalmau cree que el gran problema es mirar la historia desde la época actual y que hay que conocer cómo eran educados los hombres de cada época.

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Augusto Ferrer-Dalmau Nieto, pintor autodidacta, pintor de batallas, barcelonés, de familia de empresarios del textil que comenzó precisamente diseñando telas aunque sabía que su vocación no era esa.

 Comenzó pintando las calles de la ciudad condal influido por el pintor Antonio López entonces a la cabeza del circuito comercial que es el que marca los temas de los cuadros. No le gustaba y desde ahí llegó a ser lo que es hoy, reconocido mundialmente como uno de los mejores pintores “de batallas”, que no siempre son tales porque en su producción artística lo que realmente recrea es la milicia, la conquista de América, el Imperio de Carlos I y Felipe II o incluso la presencia de las tropas españolas en Siria o Afganistán. Es más, cree que “soy soldado antes que pintor”.

 


-¿Por qué las batallas?

Porque me gusta. Me apasionan las batallas, me apasiona la historia, de pequeños veía las películas de aventuras de Errol Flint, Jhon Wayne, mi madre era huérfana de militar, muy lectora, contaba historias de las campañas de la guerra de África… Eso creó una sensibilidad muy grande por el tema militar.

-Para usted será muy fácil pintar batallas, pero yo veo tremendamente difícil pintar con ese nivel de detalle que usted lo hace. La crítica no se va a fijar sólo en el cuatro, en los detalles más insignificantes, si la bandera es la de ese tiempo o el gorro se llevaba ya en ese siglo.

-Tienes que hacer una fotografía del pasado, lo que se llevaba en ese momento. Es un trabajo documental muy grande. Hay épocas de las que hay poca documentación y tienes que dedicarles durante muchas horas. Tengo la suerte de que tengo contactos con los mejores asesores del mundo militar, museísticos, coleccionistas, gente que sabe mucho… Detrás de un cuadro mío hay muchas más personas, gente que está trabajando con devoción, con ilusión… Formamos un equipo muy grande y si tengo que llamar a un señor de la otra punta de España porque sabe de algo, lo llamo. Tengo una colaboración muy grande.

-La colaboración está bien, pero el que tiene que pintar es usted.

-Ese soy yo. Y el que tiene que crear la escena, cómo es, cómo pongo la figura e inventar la escena… es la parte difícil.

-Cuando comienzo a documentarme yo sobre usted leo que me pintan a un pintor eminentemente épico.

-Sí. Hay mucha épica en mis cuadros, no voy a negarlo. Busco el heroísmo, las cosas que salen sobre el resto. Si tengo un Martín Álvarez que es un héroe, lo pinto. ¿Por qué? Porque se lo merece. Porque es un señor que dio su vida, que se sacrificó por lo que somos ahora los españoles. Hay que dejar constancia. Eso es épica y no lejos de la realidad; a veces la épica supera a la ficción. Hay muchos hechos heróicos mejores que los que puedes imaginarte.

-Sin embargo, después de leer sobre usted y de ver algunos cuadros, yo veo épica, pero también le veo mucha lírica. El caso de Martín Álvarez ya lo es. Se ve la bandera, lo que representa la escena… pero luego hay que ver la cara del infante.

-Hay lírica, claro. Y hay realismo. Pero hay que ponerse en el lugar. Qué sentirías tú, qué harías en ese momento. No es tan difícil. Lees la historia, te sientes un personaje, te metes dentro de la acción… ¿Qué harías? Cuando yo pinté a Cervantes no lo pinté acobardado. Lo pinté arrogante, como a Martín Álvarez, porque era personas duras, muy valientes, como un torero. Hay lírica. Tú lo plantas delante del toro y su mirada es desafiante, valiente… Lo mismo los soldados.

-En Martín Álvarez es una obra con un solo personaje. En Rocroix, independientemente de los detalles de esas lanzas que ya hablan de una tragedia, se van viendo personaje por personaje y con un mínimo de imaginación vas viendo lo que en el cine te cuentan con planos medios o cortos. O quizá yo veo esos personajes porque una cosa es lo que quiere decir el pintor y otra lo que percibe el espectador.  

-Eso es seguro. Yo quiero pintar una cosa y luego te encuentras que el espectador, donde tú quieres pones temor el otro ve cobardía. En ese cuadro que hay muchas figuras he intentado plasmar diferentes caras y hasta te encuentras la cara de un hombre que está asustado. Los hay arrogantes, los hay malheridos… Es imaginarte cómo era los españoles en aquella época que eran los invencibles, nadie les ganaba en la batalla, lo ganaban todo, no concebían el hecho de una derrota. Antes morir que perder. Hay que ponerse en el lugar y es cuando el artista, en mi caso, intento buscar esas caras.

-¿Esos valores siguen vigentes hoy en día?

-Alguno sí. Enfrentarte a la vida. Puedes enfrentarte a la vida con coraje y valentía o puedes escurrir el bulto. La verdad, el honor, la dignidad, el saber estar… Te rodeas de gente leales. Yo prefiero rodearme de gentes leales a mucha gente desleal. Si tú eres así, tus amigos serán así.

-Quién elige el motivo de los cuadros que pinta?

-Unas veces me hacen encargos y otras me dan libertad. Cuando me dan libertad aprovecho para hacer personajes o escenas que no hay pintadas o que no están reflejadas. Cuando me dicen que quieren un cuadro de caballería, el que yo quiera, aprovecho y busco cosas.

-Ha dicho siempre que no hay nada más bonito que una carga de caballería. En el cine es preciosa pero en un cuadro el movimiento se lo tiene que poner el espectador en función de lo que el pintor haya sido capaz de pintar.

-El caballo tienen posturas muy bonitas, pero buscar la postura buena, las patas así, el cuello… Tiene un encanto. A mí me encanta. Es lo que más me gusta y creo que es lo que mejor sé hacer.

-Pintar caballos. Nos lo han chivateado.

-Pintar caballos es mi afición. Yo empecé haciendo pintura ecuestre militar.

-Hay un cuadro que nos han mandado precisamente para anunciar su nombramiento como académico de la de San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes en que están los mandos franceses mirando a Cádiz.

-José Bonaparte. Se ve la Bahía de Cádiz. Es muy bonito, muy de aquí.

-Pero como yo conozco el final de la historia es como si estuviera diciendo qué hago yo aquí, si Cádiz está a lo lejos y los cañones de la época apenas tenían un alcance de dos kilómetros.

-La gente que conoce la historia se puede imaginar y la que no la conoce no ve nada, sólo un cuadro bonito. Cuando pinto un cuadro creo que invito a la gente a leer esa historia. ¿De qué va esto? Detrás de un cuadro hay mucha información. Se comparte en las redes sociales, cuándo ocurrió… Es abrir un abanico de cuestiones que la gente quiere saber.

-¿Por qué se va a Afganistán, a Siria, cuando esa historia no es la usted pinta?

-No, pero historia presente. Los españoles hemos estado en muchas misiones, hemos dejado muchos soldados por el camino. Hay que pintarlos. Yo tengo una oportunidad de poder contemporáneo y pintar el presente es importantísimo. Soy testigo y qué mejor que ir para verlo y pintarlo. Desde casa lo hace cualquiera, pero ir y ver y sentir lo que siente cualquier soldado en zonas de operaciones o conflictos, la reacción que hay no se puede describir. Son los olores, son los sonidos… No los ves en la vida.

-Y el miedo.

-El miedo y hay coraje. Y hay despreocupación y hay de todo. En en los españoles no he visto miedo en ningún momento; he visto a gente con ganas de trabajar. Todo esto te sirve luego para cuando yo quiero transmitir un cuadro del pasado, porque el soldado no ha cambiado en mil años, las guerras son las mismas. Han cambiado las armas, cómo matarse, pero el sentimiento es el mismo.

-¿En la guerra actual hay épica? 

-No. He estado en Siria, en Alepo con los rusos, en Afganistán con los americanos… No es bonita. No hay épica. No hay estética. Lo que hay es…

-Muerte.

-Muerte, sufrimiento, trabajo, hay mucho trabajo, mucho esfuerzo… No es una carga de caballería con los uniformes, que cada uniforme valía un pastizal. Se ponían sus mejores galas para cargar con el sable que valía una fortuna. Eso era épica, era una fiesta, era la fiesta de la guerra. Iban a la guerra y era como una fiesta. Se citaban en un campo de batalla, pam, pam, pam y ganaban y se acababa la historia. Debía ser una gran verbena. Ahora la que sufre realmente las guerras es la población.

-Después de pintar Rocroix le llegó una avalancha de encargos. ¿Cuántos cuadros ha pintado?

-No lo sé. Hubo una época que pintaba cuadros de tamaño pequeño y la producción era mayor. Ahora pinto dos, tres, cuatro cuadros al año porque ahora los cuadros son de gran tamaño y se tardan tres meses. La producción ha bajado muchísimo.

-¿Cómo se siente uno siendo una rara avis en este mundo de la pintura?  

-Pues no lo sé. Salgo poco. Me comunico poco con la gente. No vivo el mundo de fuera.

-Pero sí ve que no hay cuadros de batallas.

-Empiezan a salir otros pintores. Empieza a haber una escuela de gente que está siguiendo esto. Hay mucho que pintar y yo creo que el artista que se meta en esto tiene que sentir lo que yo siento por el Ejército. Coincidir las dos cosas, artista y que le guste la milicia y se dedique en cuerpo y alma a esto… Son muchas coincidencias.

-Decía que cuando pinta un cuadro incita a la gente a conocer la Historia. Eso es bueno, sobre todo para los españoles que tenemos una Historia contada desde fuera.

-Me he dado cuanta de que es una gran herramienta para transmitir la historia. La gente lee poco. Un libro de historia lo leerán uno de cada diez, pero darle una imagen, una imagen vale más que mil palabras. Cuando pinté el cuadro de Rocroix los Tercios los había descrito (Arturo) Pérez Reverte en Alatriste y poco más. Ahora los Tercios están en todos sitios. La imagen es una herramienta poderosa para meter a la gente en la Historia.

-Usted es muy amigo de Pérez Reverte.

-Muchísimo.

-Es como Serrat y Sabina, dos pájaros de un tiro. Que van a contracorriente.

-Sí (se ríe).

-Lo que le decía antes es que nuestra historia nos la han contado desde fuera, no la hemos hecho nosotros y cuando lo haceos nosotros lo contamos como nos lo han contado desde fuera porque es lo políticamente correcto. ¿Eso duele?

-Duele. Claro que duele. Cuando sabes que la verdad es otra. España es la novena potencia del mundo. No estamos por casualidad donde estamos ahora. Muchos ríos de sangre porque hasta hace poco no existía la diplomacia. La supervivencia de un país o la evolución dependía de las batallas que ganaba o perdía. Es real hasta hace cincuenta años. El coraje, la valentía de los hombres, no soldados, era la población la que luchaba y salía palante… España es lo que es porque vertió ríos de sangre de gente que murió por lo que somos ahora. Yo intento explicarlo, que no es una broma, que España es la novena potencia del mucho y mira que éramos los primeros pero estamos en la novena. Intentar transmitir eso a gente como nosotros que no hemos vivido una guerra, nos cuesta mucho; pero hasta hace poco no había una generación que no fuera a una guerra. ¿Pero cómo se hacía antes una nación? Conquistando o siendo conquistado. Nosotros estamos donde estamos porque hemos ganado muchas cosas.

-Usted es un activista contra la Leyenda Negra.

-¿Quién inventó la Leyenda Negra? La podemos aplicar a todos los países del mundo. La española, la inglesa, la americana, la australiana, la alemana, la sueca, la maya contra los aztecas… No había otra forma. Se mataban. Y se mataban mucho. Y se conquistaba y no había otra forma. No había convención de Ginebra. Cogían prisioneros y se los cargaban. Era así. Era su forma de pensar, su forma de ver. Dentro de cien años nos llamarán caníbales porque comíamos animales.

-Ya.

-Ya nos están llamando caníbales pero dentro de cien años tomaremos hidratos de carbono en pastillas y no entenderán que había gente que comía animales muertos. Pero nosotros lo vemos normal. Pues en aquella época veían normal que a un prisionero le diera matarile. Tampoco hay que irse muy lejos. Hace cincuenta años. Yo soy de una generación que vivió el final de la pena de muerte; pero es que era normal la pena de muerte en un país. El garrote vil hasta hace dos días pero una nueva generación lo ve horroroso. Pues dentro de cien años nos llamarán caníbales.

-El gran problema es ver la historia desde donde estamos ahora.

-Ese es el problema. Poneros ante un hombre de esa edad, de cómo lo educaron y cómo creció. Entonces lo entenderéis.

-Usted es catalán de Tabarnia, ¿no?

-(Risas) Yo soy de Barcelona. Mi familia es barcelonesa del tiempo de los romanos. Cofundadora de Barcelona, generación tras generación. Tengo el mismo parentesco con un señor de Cádiz que con uno de Tarragona. ¿Soy catalán? Bueno, soy de Barcelona.

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