Haga el favor: llene su nevera cuando pueda, porque con seguridad se aproximan tiempos de escases, de restricciones. No le alarmo, pero compre a los precios de hoy que, lo más probable, es posible que a las consabidas subidas de los alimentos a los que estamos casi acostumbrados lleguen otras.
La huelga y los cortes de tráfico que están realizando los tractoristas en numerosos puntos de España pueden llevarnos a una paralización de los transportes. Y no olvidemos que son los transportistas los que no solo nos dan de comer, sino que nos suministran de numerosas cosas que cubren nuestras necesidades básicas. Además de estos retrasos que pueden ir acumulándose por los cortes de carreteras, flota en el aire una nueva huelga del transporte.
Las reivindicaciones de los hombres y mujeres del campo son más que justas y lógicas. Mucho han tardado. La intermediación les hace vender a pérdidas. La Política Agrícola Común (PAC) para facilitar la adaptación a la normativa europea les trae de cabeza, normativa que les afecta directamente pero no a los productos que importamos desde otros lugares, con un precio más competitivo. Parece como si este Gobierno le hiciera la guerra a los suyos. Para entrar en la escena, el presidente Sánchez ha prometido que implementará las cláusulas “espejo” en las importaciones alimentarias y que buscará una simplificación de esa norma que les impone Europa. Lo cierto es que escuchas las comparativas de precios finales de productos importados con los precios finales de productos españoles y se te hiela la sangre, así como lo que cobran nuestros agricultores y lo que pagamos nosotros en el mercado. Esa intermediación, que en determinados productos llega a alcanzar el 400%, es un cáncer para todos: para el productor y para el consumidor final. Algo falla, desde hace años, en la cadena de distribución. Algo falla o algo está para que otros ganen. Vaya usted a saber.
Junto a esto, la superposición de normativas (municipal, autonómica, estatal y europea) no deja de ser un laberinto para la gente del campo. Hay quien dice que reciben “un asedio continuo y la gente está muy cansada”. Las protestas, que han venido realizándose de modo independiente sin la participación de las organizaciones profesionales agrarias, pueden venir para largo: entre vender a pérdidas y reclamar derechos, muchos agricultores prefieren la segunda opción.
Me confirman esta misma semana, desde una fuente más que creíble, que las cámaras de Mercasevilla están a rebosar de productos. Uno piensa que están allí a la espera de una subida de precios. Y tengo el derecho de desconfiar y de temer esa jugada. Por eso, quizás, debiera haberle preguntado a usted, lector, no si tiene llena la nevera, sino si tiene llena la cartera, porque al final pagaremos los de siempre.