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Lunes 29/04/2024  

Desde mi azotea

Justicia y Memoria (1), la represión franquista

'¿Dolor? Toda la vida. Y muero con la pena de no poder decir a esos que me hicieron tanto daño: ¿qué ganaste con dejarme sólo?'

Publicado: 04/04/2024 ·
13:44
· Actualizado: 04/04/2024 · 13:44
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Autor

José Antonio Jiménez Rincón

Persona preocupada por la sociedad y sus problemas. Comprometido con la Ley y el orden

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Dedico dos artículos denominados Justicia y Memoria a la Guerra Civil. Lo hago por cumplirse este 14 de abril de 2024 el 93 aniversario de la proclamación de la II República Española (14 de abril de 1931). A partir de esa fecha, comienzan unos tiempos convulsos que desembocaron en el golpe militar y el comienzo de la Guerra Civil el 18 de julio de 1936.

En esta primera parte, dejaré constancia de un episodio de la represión franquista en El Pedroso (Sevilla). En la segunda, nos iremos a Madrid, donde hubo también represión, en este caso republicana. Asesinos los hubo en ambos bandos, aunque los vencedores continuaron con la represión durante años después de terminada la guerra. Ambos episodios (1ª y 2ª parte) son pasajes de nuestra historia que no debemos olvidar para no repetirla.

El Pedroso fue ocupado por una columna fascista a cuyo frente iba el gaditano Ramón de Carranza, nombrado alcalde de Sevilla por Queipo de Llano. Era una auténtica banda armada, 120 hombres entre soldados de infantería, guardias civiles, falangistas, requetés y pistoleros derechistas de toda laya. Se desplazaban en dos camiones de carga, dos autobuses de pasajeros y varios vehículos ligeros, contaban con armamento personal y un grupo de artillería, un cañón del 105 milímetros, dos morteros y una ametralladora pesada.

Una vez tomada la población, la columna registró y saqueó los domicilios de los republicanos más señalados, practicando detenciones y ejecuciones sumarias. Al día siguiente, Carranza, dejó la población en manos del comandante Buizan con una columna de 1.200 hombres, quienes nada más entrar saquearon las casas de los republicanos y ejecutaron a varias decenas de vecinos. Ningún derechista de la localidad perdió la vida tras el golpe militar del 18 de julio, ni hubo deterioro ni menoscabo alguno de las propiedades privadas o religiosas gracias a la valiente, decida e inequívoca actitud mantenida por los dirigentes del Frente Popular.

Una de estas víctimas represaliada fue Antonio López, cuyo relato aparece en Que fuera mi tierra. Anuario 2015. Intervenciones en fosas comunes del franquismo en Andalucía.

Natural de El Pedroso (Sevilla), de 86 años (hoy tendría 95 años e ignoro si sigue vivo) con motivo de la apertura de una fosa común en su pueblo. Su relato remueve las entrañas por su dureza.

Huérfano por la sinrazón de las fuerzas franquistas que hicieron estallar en pedazos su vida frágil e incipiente, su voz entrecortada, rota pero firme, Antonio López señala los sucesos que dejaron un dramático rastro de muerte en su pueblo natal. Un dolor latente toda la vida. "Mi hermano enterró a mi padre y a mi madre la vi por última vez subida a un camión, diciéndome adiós".

"¿Sabes qué dijeron que había hecho mi madre?", pregunta. "Que incendió la iglesia", remacha. "Nosotros éramos de izquierdas, republicanos. Y ya está. Eso era todo. A las dos se las llevaron a Sevilla y de ahí mi madre recorrió muchas cárceles. Hasta que murió en el País Vasco". Nunca más supo de ella. "Allí está enterrá".

"¿Dolor? Toda la vida. Y muero con la pena de no poder decir a esos que me hicieron tanto daño: ¿qué agenciaste, qué ganaste con dejarme solo?". Antonio habla claro. Con los ojos vidriosos, con sus manos curtidas… todo en él parece memoria viva.

"La infancia fue mala. Tuve que guardar cochinos, descalzo como mi madre me trajo al mundo. Eso… ¿la vida? Dura no, más todavía".

"¿Es verdad que los franquistas mataron a tantas mujeres en El Madroño? Antonio, a pie de fosa, oye la pregunta y responde con firmeza: «¿Te digo los nombres? María, la madre de Hermenegilda y de María. Aurora, la madre de Margarita. Catalina tenía dos hijas, eran chicas, Elena y Luisa. Y luego la de Aznalcóllar, no sé el nombre de aquella mujer, que el marido tuvo que abrir la fosa y luego lo trajeron y le pegaron dos tiros a ella y a él también, en lo que había cavado". Mujeres, todas, muertas a tiros.

"Vino muy tarde la democracia y los asesinos habían muerto ya. Siempre he sabido quiénes son, claro. Y les he tenido que hacer favores, porque como era un niño recogido me decían ‘ordéñale las cabras a fulano’. Y ése era un cuchillo de mis padres. Y tenía que ir. ‘Llévale dos cargas de estiércol a la huerta de mengano’… se me ponen los pelos de punta", recuerda.

Un día, dice, "en el año 63, me colé un poquillo". Y sonríe. En un bar dijo "la verdad", delante de "gente que no debía". En plena dictadura, y en mitad de una discusión, soltó un sonoro: "en este pueblo no se habían conocido los criminales hasta que entraron los falangistas". Silencio. El desierto en alguna mirada. Un amigo que avisa, ‘qué has hecho, Antonio’. Sonríe. Arrestos para hacer eso doce años antes de la muerte del dictador Francisco Franco. "Me querían denunciar pero no lo hicieron. Les daría vergüenza".

La gente joven no sabe qué ocurrió. El desconocimiento campa a sus anchas. "Les hablas de estos temas y no saben. La Guerra Civil, Franco… ¿ése quién era?, dicen".

Como muestra, una "anécdota" en un instituto: "una compañera tiene delante un mapa político para colocar a los dictadores, cada uno en su país, Mussolini, Hitler... y un alumno pone a Franco en Francia. Vale que es anecdótico, pero es posible que ningún escolar alemán tenga dudas sobre quién y de dónde era Hitler". Por motivos como éste sería estupendo que se proponga incluir la Memoria Histórica en el currículum educativo.

En 1982, los partidarios de Franco manifestaron tal aversión a la documentación existente en el Archivo Municipal del pueblo, que quemaron todos los archivos referidos a esta masacre y que daba cuenta de la memoria de tanto crimen y latrocinio. Ya muerto el dictador, intuyeron que no les convenía la pervivencia de las huellas de sus crímenes, atropellos y exacciones, así como el conocimiento de los mismos por parte de las generaciones futuras.

Pregunté, ¿Que es aquél corral adosado en el lateral izquierdo del cementerio?

Y me dijeron “Un trozo de monte trasplantado junto a la tapia
plagado de montículos irregulares y de hierbajos ignorado, feo
el sitio donde se dejan los muertos que no van al cielo
un lugar para los malos, los que llamaban rojos”.

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