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El cementerio de los ingleses

No todo vale

Esta semana, la ultraderecha ha lanzado otro golpe en forma de desinformación e incitación al odio y un montaje tan burdo que hasta Ferreras iría con ello

Publicado: 25/08/2024 ·
11:55
· Actualizado: 25/08/2024 · 11:55
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Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Esta semana, la ultraderecha ha lanzado otro golpe en forma de desinformación, calumnias, incitación al odio y un montaje tan burdo que hasta Ferreras iría con ello. Su víctima: Raúl Solís, periodista de Canal Red, homosexual y de izquierdas. Todos los requisitos (excepto que es blanco) confluyen en el bueno de Raúl para convertirse en un objetivo más de esa gente que intenta medrar en política aunque no lo consigan si no es por medio del descrédito, el acoso y la puesta en la diana a cualquiera que consideren enemigo.

El eurodiputado Alvise Pérez, conocido agitador de ultraderecha reconvertido en parodia de político, ya había comenzado la semana pasada cubriéndose de gloria (o de mierda, siendo fieles a la verdad) cuando quiso apuntar a un presunto asesino inmigrante como autor del crimen de Mocejón. Habiéndose demostrado que mentía, tanto él como su vocero a sueldo Vito Quiles lanzaron el otro gran bulo de la semana: acusaban a Raúl Solís de pedófilo, publicando unos supuestos mensajes privados del periodista con un menor de 16 años. A pesar de los claros indicios de que los mensajes son falsos, se da que los bulos siempre llegan antes que la información, pues una mentira no necesita contrastarse. Si quisieran combatir la pederastia, hay muchos casos reales constatados; el problema es que habría que buscar debajo de muchas sotanas y entre aliados no se van a tirar estiércol.

Sin embargo, los seguidores de Alvise y la ultraderecha en general son fanáticos y no tienen en cuenta que los mensajes son falsos y se nota. El sesgo de confirmación (¿cómo va a ser falso si dice lo que pienso?) volvió a jugar su papel y la campaña de odio contra Raúl Solís, en la que se llamaba a castrarlo o asesinarlo, se desató en cuestión de minutos. ¿Alguien habría asumido algún tipo de responsabilidad si algo le hubiera pasado? Seguramente no: se escurriría el bulto, se jugaría al y tú más entre personalidades de una u otra tendencia política y los más despreciables dirían que la víctima se lo buscó.

En este caso, el acoso de Alvise y Quiles contra Raúl Solís encierra algo mucho más sibilino que incitar al odio contra alguien que consideran enemigo por desmontar sus bulos, trabajar en el canal de Pablo Iglesias y ser homosexual; encierra el intento, una vez más, de vincular al colectivo LGTBI con la pedofilia. Ya llevan años manoseando ese infame discurso y tampoco es nuevo que intenten criminalizar a las personas que no son hetero. ¿Recuerdan el caso de Rocío Wanninkhof? La primera condena, a la postre anulada, fue para Dolores Vázquez. Ella había mantenido una relación con la madre de la víctima y se estableció en los medios el relato de la lesbiana perversa. Podría decirse que Vázquez fue condenada por el mero hecho de ser una mujer homosexual. Ahora, treinta años más tarde, el relato se ha remozado buscando atacar tus emociones usando a lo que más te puede doler: tus hijos.

El mensaje es claro: no les hagas frente y vuelve al armario o puedes encontrar una cabeza de caballo sobre tu almohada. Esta gente ya ha demostrado que no les importan los niños para nada: usaron al niño Mateo de Mocejón para esparcir odio racista y ahora se inventan un caso de pedofilia contra Raúl Solís. En el caso de Mocejón, incluso apuntaron al portavoz de la familia de Mateo por decir que no había que acusar a nadie por su ideología o color de piel. Y al final, como cada cierto tiempo, vuelve esa pregunta que se hizo popular en Los Simpson: ¿Pero es que nadie va a pensar en los niños? Bien se ve que no, si no es para hacer daño a un adversario. Alguien tiene que parar esto. No, no todo vale...

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