El tiempo en: Sanlúcar

Jerez

'Septiembre 5', un gran ejercicio de cine y rigurosidad

El filme no va sobre el secuestro de los atletas isralíes en las olimpiadas del 72, sino sobre la profesión periodística enfrentada a un momento crítico

Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai

La excelente Munich, de Steven Spielberg, se centraba en la operación desarrollada por agentes del Mossad para eliminar a los terroristas que habían asesinado a un grupo de atletas israelíes a los que secuestraron en las olimpiadas alemanas de 1972. Y sin embargo, aquella película iba de algo más, su mensaje trascendía la propia narración.

Septiembre 5, que podríamos considerar una especie de precuela del filme de Spielberg, narra las 24 horas de angustia y horror que se vivieron en la villa olímpica muniquesa durante aquel fatídico secuestro. Y sin embargo, el nuevo trabajo del suizo Tim Fehlbaum tampoco va de eso. En una y otra son la excusa para abordar otras cuestiones, de tipo moral en el caso de Munich, y de tipo deontológico en Septiembre 5, otra excelente película, una de esas sorpresas que el cine nos regala en ocasiones.   

En este sentido, su propuesta narrativa está centrada en aquella jornada de septiembre que captó la atención de todo el mundo, pero desde el punto de vista de un grupo de periodistas que siguieron los hechos de cerca y tuvieron la profesionalidad, la valentía y el privilegio de contar cuanto sucedía, pese a las limitaciones técnicas de entonces. Es más, cabe concretar que es una película sobre el periodismo, incluso sobre lo que deberíamos entender por buen periodismo, aunque salgamos perdiendo en la comparativa con el presente, donde la profusión de medios y los avances tecnológicos han contribuido de distinta manera a la forma de entender la profesión y la responsabilidad social de los medios de comunicación.


Desarrollada en su mayor parte en el interior de la sala de realización que la cadena estadounidense ABC tenía instalada frente a la sede de los Juegos, el filme basa sus bazas en el peso relevante de los profesionales que convivieron en tan pequeño espacio bajo la presión del momento y la incertidumbre de los acontecimientos; en una muy cuidada fotografía de grano acentuado que subraya su condición seudodocumental; y, en especial, en un montaje magistral en el que conviven los continuos primeros planos de los protagonistas con las capturas de televisión, en busca de una acertada progresión dramática que tiene más en cuenta el valor testimonial de cuanto consiguen trasladar a la pequeña pantalla de millones de espectadores, que los hechos por sí mismos, desde el momento en que es más que probable que el espectador conozca el desenlace.

Es cierto que hay momentos en los que el guion se excede al exigir tanto celo profesional a uno de los productores del programa, así como al precipitar los enfrentamientos dentro del propio equipo ante los dilemas a los que deben hacer frente durante el directo, pero el resultado es de una verosimilitud fuera de toda duda, gracias asimismo al buen papel de Peter Sarsgaard, John Magaro -todo un descubrimiento-, Ben Chaplin y Leonie Benesch -la excelente protagonista de Sala de profesores-.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN