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Bendito sea aquel día cuando, estando el V.P. Fray Isidoro de Sevilla, rezando en el coro bajo de la iglesia de los capuchinos de la ciudad hispalense, la Santísima Virgen María se le apareciera vestida de pastora y rodeada de ovejas, mandándole predicarla al mundo. En aquel instante había nacido una entrañable devoción mariana, que se uniría a otras tantas que ya existían en Andalucía y España.
Una imagen de la Virgen María que pronto caló en el pueblo sencillo, pues veía en ella una estampa inigualable. La Divina Pastora presentada al pueblo creyente en una estampa bucólica, inspiradora de alegría y colorido. La Madre del Buen Pastor en actitud serena, cuidadora de su rebaño, acariciando amorosamente las ovejas que la rodean. El Divino Pastorcito correteando a su alrededor jugando como cualquier niño de su edad, se mostraba con un pequeño corderito al hombro.
Aquel año de 1703 quedó marcado ya en la historia de los Capuchinos Andaluces y de toda España, Fray Isidoro de Sevilla, de la ilustre y nobilísima familia de los Medina y Vicentelo de Leca, obedeciendo a la inspiración del cielo, se fue a ver al célebre pintor Miguel Alonso de Tovar (natural de Higuera de la Sierra) y le encargó al artista un estandarte de la Divina Pastora.
Así narró su visión: “En el centro y bajo la sombra de un granado la Virgen Santísima sedente en una peña, irradiando sus rostro divino amor y ternura. La túnica roja, pero cubierto el busto, hasta la rodillas, de blanco pellico, ceñido a la cintura. Un manto azul, terciado al hombro izquierdo, envolverá el contorno de su cuerpo, y hacia el derecho, en las espaldas, llevará el sombrero pastoril, y junto a la diestra aparecerá el báculo de su poderío. En la mano izquierda sostendrá unas rosas y posará la mano derecha sobre un cordero que se acoge en su regazo. Algunas ovejas rodearán a la Virgen, formando un rebaño y todas en sus boquillas llevarán sendas rosas, simbólicas del Ave María con que la veneran. En lontananza se verá una oveja extraviada y perseguida por un lobo”.
Hasta aquí una breve reseña del origen de la advocación a la Divina Pastora, ahora hay que adentrarse en la Procesión del pasado día 24 de mayo. A las 19.30 horas de un espléndido día primaveral se abrieron las puertas del magnífico Convento de Capuchinos de la ciudad. Salía, como cada año, la Divina Pastora de las Almas. El plateado paso de la Virgen iba acompañada de la Banda de Música Julián Cerdán, bajo la dirección de Justo Jiménez. Los capataces Félix de los Reyes y su hermano, Sergio, comandaban la extraordinaria cuadrilla de costaleros que se esforzaron sobremanera para mostrar a la Divina Zagala por las calles del Barrio del Mazacote.
En el cortejo sobresalió el cuerpo de acólito y la presencia masiva de Cofrades de la Franciscana Hermandad de Nuestro Jesús Cautivo, la única de las cofradías con tal título que hizo acto de presencia para acompañar a la Virgen. Fray Francisco Luzón presidió la Procesión, que hacía las veces de preste; también estuvieron presente en dicho cortejo el resto de la comunidad, así como un grupo de mujeres devotas y amigas del Convento, las grandes artífices de que la Divina Pastora pudiera salir al encuentro de los sanluqueños. Sin la colaboración de dichas señoras, que se encargaron de recaudad los fondos necesarios para sufragar los gastos que origina una Procesión, no hubiese podido salir el paso de la querida Pastora de Capuchinos.
Mención aparte merece tanto los encargados de montar el paso de la Señora, como del autor del maravilloso exorno floral, estando éste a cargo del cofrade del Cautivo, José Luis Segovia. Al filo de las 22.00 horas apareció de nuevo el paso de la Virgen por la Explanada del Convento con la puesta de sol a sus espaldas e iluminada por las tulipas de su paso, ofreciendo imágenes de una belleza sublime.
En definitiva, se vivió una gran Jornada Mariana en este mes de mayo dedicado a la Virgen. Ahora queda celebrar los cultos dedicado a la Divina Pastora, de los que ya se irán informando a su debido tiempo.