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Aprendiendo a apreciar el vino

En La Sacristía, un anexo de ‘La Taberna der Guerrita’, se dan cita cada verano algunos de los mayores entendidos en el mundo del vino. El propósito de la experiencia que dirige Armando Guerra es que el público disfrute.

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  • Armando Guerra. -

Hace cuatro años que Armando Guerra decidió poner en marcha en pleno Barrio de Sanlúcar La Sacristía, la primera tienda de jereces del Marco de Jerez y la primera aula de cata. Aún hoy continúan siendo las únicas iniciativas privadas de este tipo, que han conseguido consolidarse y hacerse un hueco en el panorama internacional del mundo de los vinos. “En el momento actual sólo las buenas ideas son viables”, afirma este joven sanluqueño que ha nacido con los aromas del vino arropándole en casa y en el que la herencia familiar ha calado hasta el momento de convertir en profesión su pasión por la enología. Una reforma en la taberna familiar, ‘La Taberna der Guerrita’, sitio obligado de parada para quienes frecuentan las calles del Barrio, posibilitó que en 2004 se pusiera en marcha un proyecto que en la actualidad se ha consolidado con una programación de catas que abarca desde vinos para quien no le gusta el vino, cervezas, y hasta sidra con Cabrales o ginebra. “Se trata de darle opciones a una persona que quiere pasar una experiencia en una sala de catas, para conocer un mundo que no conoce”. Además, a la larga “todos acaban haciendo la cata de vinos”, así que la meta propuesta se consigue.

“El objetivo final es que la gente se lo pase bien”, señala el responsable de La Sacristía, un pequeño rincón blanco inmaculado donde el vacío de entretenimiento deja abierta la mente para conectar con los olores y sabores de aquello objeto de cata. Más de una veintena de propuestas a lo largo de los meses de julio y agosto a un precio asequible son la clave para el éxito de esta iniciativa. Puede parecer que se trata de algo exclusivo, un público selecto, “pero si el producto es bueno y el público existe, sólo hay que saber conectar una cosa con la otra”, señala Armando Guerra.

La mayoría de los participantes en estas catas son gente de fuera de Sanlúcar (un 70%), si bien el público sanluqueño ha ido creciendo en los últimos años y ya constituye el 30% restante. Pero el público sanluqueño “es muy fiel” y continúa acudiendo a las citas que La Sacristía organiza a lo largo del año en el pequeño comedor para ocho personas donde se realizan también menús maridados. El respaldo que otorga la calidad de los productos que la madre de Armando elabora en la cocina der Guerrita es un plus añadido para La Sacristía. En estas citas coexisten a la perfección aquellos que conocen el mundo del vino y los que acuden por primera vez a interactuar con un producto que están acostumbrados a consumir pero en el que no han ahondado más allá.

UNA EXPERIENCIA DIVERTIDA

Junto al lado entretenido de la experiencia, una de las “batallas” que el gerente de La Sacristía toma como propias es “explicarles a la gente de la zona -Sanlúcar, Jerez, El Puerto - que aunque no son conscientes tienen en sus manos uno de los mejores vinos del mundo y que sería interesante y de justicia que lo valoraran así”. Por eso no falta en su programación un curso de iniciación a la cata que permite a los participantes conocer las claves para acercarse al mundo del vino.

Su pasión por el vino, el que trabajó su padre, Manuel Guerra durante años en la bodega Delgado Zuleta, le lleva también a opinar sobre la actual situación de la Denominación de origen Jerez, Xèrez, Sherry y Manzanilla de Sanlúcar de Barrameda. “A precios muy bajos, lo que vamos a tener son problemas para las bodegas”. Sin embargo, también señala que “no todas las manzanillas valen 5 euros, las hay de 20 y tienen un público que las demanda. Hay un punto de inflexión, con más variedad, de propuestas de manzanilla de alta gama, que se están colocando en un sitio concreto y que tienen una demanda adecuada”. Pero, añade, “el futuro del mundo del vino tiene que pasar por el aumento del consumo”. España, señala Guerra, “ha pasado de ser un país consumidor a un país con unas cotas de consumo bastante vergonzosas”. “Si eso no cambia, el sector irá al traste”, sentencia.

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