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Semana Santa nostálgica

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A los que de niños muchas madres inculcaban sus santas devociones, nos marcarían para el resto de nuestras vidas unos sentimientos devocionales tan profundos que a pesar de cuanto ha evolucionado en la sociedad la religión cristiana, resulta imposible arrancárnolas. Por muchos y velados ataque que viene sufriendo Iglesia, y particularmente, los cofrades , aquellas enseñanzas maternas fueron tan profundas, que perviven en nosotros por encima de todo ataque o criticas. 


A pesar que desde distintos sectores, incluso desde la propia Iglesia, no aceptan la manera de practicar nuestra Fe, sometiéndonos a unos duros juicios, haciéndonos sufrir incomprensiones e intolerancia, los cofrades nos mantenemos firmes a nuestras devociones heredadas. 

La gran fidelidad que mantenenos quienes crecimos alimentados por la fe popular, vivimos los días previos a la Semana Santa inquietos, no exentos de cierto nerviosismo, lo que nos lleva a reflexionar sobre el presente y el pasado de nuestras cofradías. 

Estas reflexiones nos hacen recordar cómo nuestras madres nos llevaban a ver los pasos sólo si éramos buenos y obedientes, ya que no permitían que vieran las procesiones quienes no se comportaran bien ni aprendieran a rezarle correctamente al Niño Jesús. Nos hablaban como si fuésemos conscientes de lo que representaba para ellas la celebración de la Pasión y Muerte de Cristo. 

Aquellas madres tenían una observancia tal de cómo vivir la Cuaresma que cuando llegaba el Domingo de Ramos los ejercicios espirituales eran tan duros para ellas y sus hijos como si hubiesen estado permanentemente en ayuno y abtenencia por no poder alimentarlos. 

Por ello no era extraño que cuando veían a Jesús por la calle de la Amargura jerezana, sus lagrimas se confudiesen con las de su madre, y mirando a sus hijos pensasen en el futuro calvario que tenían por delante. Sólo la esperanza les daba fuerza para seguir creyendo que Jesús y María no las abandonarían. 

Ahora, en Semana Santa, aquellos niños, ya adultos y superados esos amargos recuerdos, pueden decir emocionados: “Gracias mamá, por haberme enseñado a a querer y amar a Jesús y María”.

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