Este Jesús es el que estorba y él sabe que, después de tantas denuncias y tantas alternativas ofrecidas al pueblo, buscarán su muerte sin descanso.
Conviene reconocer la inmensa influencia que la figura de Jesús de Nazaret ha tenido en la conformación de la cultura del mundo denominado “occidental”. La geografía de la religión cristina tiene mucho que ver con las culturas donde se ha instalado, configurándolas profundamente. Posiblemente la cultura española ha sido una donde, en mayor medida, se ha dejado sentir esta abrumadora influencia. Nuestra historia está ligada a la Iglesia Católica desde la antigüedad, pero sobre todo desde la edad media, donde la alianza entre el poder político y el religioso en esa larga etapa que supuso la mal llamada “reconquista”, ha dejado una hondísima huella, no sólo en el patrimonio material y espiritual sino también en el inconsciente colectivo.
A la figura de Jesús, sólo es posible acceder tangencialmente a través de los cuatro evangelios “oficiales”. Y esto es así porque los textos evangélicos no reflejan la vida de Jesús de Nazaret sino la vida del Cristo, es decir, de Jesús como hijo de Dios. Sin embargo, al menos en dos de estos evangelios se relata un acontecimiento que muestra al Jesús hombre de su tiempo, que experimenta la angustia humana del que conoce, porque intuye, un amargo final de su existencia. Así, Marcos (14,32-52) y Mateo (26,36-56), reproducen idénticas palabras “Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad (conmigo en Mateo)”. Lucas (22,39-54) se limita a poner en boca de Jesús: -“Orad, para no caer en tentación” y Juan ni siquiera refleja el mal trance que experimentaría Jesús en el Getsemaní.
Porque este Jesús, que tiene que despertar a sus discípulos que duermen, ya que ni se enteran de lo que ocurrirá, siente la angustia de enfrentarse a un mal que se cierne sobre él y al mismo tiempo mantiene una lucha interna por no huir, por afrontar las consecuencias de una conducta que ha puesto en jaque al sistema religioso de su tiempo. Porque quienes tienen especial interés en quitarlo de en medio, son los sacerdotes, el sanedrín, la organización religiosa que tiene secuestrada la “palabra” de Yahveh (YHVH) y monopoliza las vías de comunicación de la humanidad con la divinidad, a fuerza de cobrar un canon, mediante el negocio de los cambistas y vendedores de animales para los sacrificios, en el único templo donde “oficialmente esto es posible”.
Jesús lucha contra ese inmenso monopolio y da a las gentes otra vía para relacionarse con la divinidad (los próximos) -lo que hagáis a estos a mi me lo hacéis-, mediante las buenas obras, la consideración del prójimo como un hermano y la solidaridad entre ellos. Esta nueva conducta supone la gran revolución contra el negocio de las conciencias, contra el monopolio de la fe, contra la mentira de los fariseos, contra el poder “espiritual” que una casta ha acumulado y utiliza contra el pueblo. Este Jesús es el que estorba y él sabe que, después de tantas denuncias y tantas alternativas ofrecidas al pueblo, buscarán su muerte sin descanso. También muchos seres humanos, comprometidos con su presente y con el futuro de la humanidad, han tenido que pasar, y tristemente están pasando, por su propio Getsemaní.
Fdo Rafael Fenoy Rico