Humildad y Mansedumbre

Publicado: 13/04/2017
¿a qué viene rodear las manifestaciones procesionales, de la pasión y muerte de Jesús, con tanto cuerpo armado?
Choca en las conmemoraciones de la Semana Santa que se desarrollen con tanto boato y pompa, engalanando las imágenes de María con ricas joyas y vestimentas, suspendidas en tronos de nobles maderas, finamente talladas y forradas de plata y oro. Más aún cuando  muchos cortejos procesionales lleven escoltas armadas.
Y choca sobre todo por las humildes vidas de los personajes protagonistas de estas conmemoraciones. María, mujer discretísima, que se muestra en los evangelios en contados pasajes y siempre en segundo plano. José, el padre putativo de Jesús, al que éste nunca se dirige ni menciona, ya que “su padre está en los cielos”.  El mismo Jesús, protagonista esencial de todos los actos, lleva una vida  modesta, en la que no conoce de lujos, ni poder terrenal alguno, ni existen indicios siquiera  de que manejara dinero, ni que recibiera salario alguno por trabajar, que tampoco se dice que lo hiciera. Dedicado, al menos los últimos tres años de su vida a la predicación, de la paz y el amor, dando testimonio con su vida modestísima  ayudando a sus semejantes.
La figura de Jesús de Nazaret, trasmitida por los evangelios, es la de una persona que se conduce con extrema mansedumbre, cual pacifista convencido. Baste para  ilustrar este hecho una sola referencia evangélica, en Mateo (24,52) “todos los que tomen la espada, a espada morirán”.  De no haberlo sido, el recurso a las armas o el uso de gentes armadas habrían supuesto una tentación para Jesús cuando  entró aclamado por una multitud en Jerusalén ese domingo de “ramos y palmas”.
¿Armas? ¿Para qué?  En Getsemaní, cuando lo prendieron quedo claro que de armas nada de nada. Pues entonces ¿a qué viene rodear las manifestaciones procesionales, de la pasión y muerte de Jesús, con tanto cuerpo armado?
Fdo Rafael Fenoy Rico

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