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Publicado: 08/12/2018
Autor

Rafael Fenoy

Rafael Fenoy se define entrado en años, aunque, a pesar de ello, no deja de estar sorprendido cada día

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El racismo, la xenofobia tiene su caldo de cultivo en quienes padecen malas condiciones de vida. Los nacionalismos también beben de la misma fuente.
Una disculpa previa porque de elecciones puede más de una persona estar hastiada, no obstante los resultados de las elecciones andaluzas del día 2 de diciembre ha suscitado multitud de reacciones que llegan a propios y extraños por doquier.

Quienes viven como horas aciagas las vividas en el recuento de votos podrían caer en la cuenta de que al fin y al cabo, poder “participar”, aunque sea cada cuatro años, aunque sea para elegir una lista de un partido político, por limitado que parezca es preferible a padecer una dictadura sin die. Quienes no fueron a votar porque no creen en este sistema electoral, quienes militan en el boicot al sistema electoral actual, podrían valorar que al menos los resultados que se obtienen ofrecen un panorama de lo que menos los votantes piensan sobre las opciones políticas elegidas. También podrían llegar a la conclusión de que puede mantenerse un discurso crítico contrario a esta pantomima de democracia, que supone la elección de “dictadores” por cuatro años. Quienes no han ido a votar porque les da igual, que igual da ir que no ir a votar, podrían percibir que, a diferencia de quienes militan en la abstención, han perdió el derecho ético a “quejarse”. 

Un casi 41% de todo el censo electoral, 2 millones 604 mil personas, que no va a votar no pueden ser militantes anti sistema. Si de verdad lo fuesen, percibiríamos en la vida cotidiana la presencia de esa fuerza a favor de una democracia directa, real, que empodera a quienes votan, porque los elegidos en candidaturas individuales o listas abiertas, deben representarlos a diario, participando los votantes (ya instalados en la categoría de ciudadanos y ciudadanas), activa y cotidianamente, en la gestión de los asuntos públicos. Pero eso está por llegar.

Sobre los resultados conviene percatarse de que el espectro ideológico que ofrecen, no se ha gestado el día 2, sino que simplemente ese día ha podido expresarse de forma pública. Evidentemente la Andalucía de izquierdas, no es tan de izquierdas. Ni la derecha andaluza es un bloque monolítico. Y más aún, que eso de ser de derechas o de izquierdas se antoja de un simplismo palmario.

A pesar de quienes mantienen el discurso de la irracionalidad del voto, cada posición personal ante las urnas obedece a motivaciones que tienen su lógica, aunque esa lógica no coincida con quien la crítica. Si prima el sentimiento de pueblo esta amalgama de opciones debe encontrar encaje y la forma de hacer posible la unidad es desarrollar acciones políticas, que no discursos, que ayuden a vivir mejor a todas las personas. Cuando se vive dignamente poco importa si otras personas nos acompañan o no. El racismo, la xenofobia tiene su caldo de cultivo en quienes padecen malas condiciones de vida. Los nacionalismos también beben de la misma fuente. Mejores políticas sociales conjuran todos los riesgos.

La lección, electoral, se ha impartido queda ahora aprenderla y asimilarla.

Rafael Fenoy Rico

   



 

 

 

 

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