Sin mácula, sin mancha. Así nacen los bebes. Seres incapaces de hacer, sin voluntad, sin capacidad de decidir. Impelidos a actuar en la búsqueda de su supervivencia y en el mayor de los desamparos. Un ser recién nacido genera en los seres humanos, sean o no sus (padres) sentimientos de protección, de acogida, de simpatía. Si es humano con mayor intensidad quizás. Remueve en el interior de quien lo observa y a cualquier edad buenos sentimientos.
¿Cómo es posible que a alguien se le haya pasado por la cabeza que un recién nacido se encuentra en “pecado”?
Porque pecar es hacer mal, conducirse malamente para sí o para otros. Y de verdad ¿alguien puede imaginarse que un bebé es maligno?
El asunto no es menor, aunque la costumbre hace normal lo aberrante, precisamente porque desde “siempre” eso ha sido así. El fundamento costumbrista refuerza el aplastante peso del dogma irracional y el que todos los seres humanos nacen inmaculados es más que eso, es un “evidencia”. Porque evidentemente per se en los inicios de la vida personal y social se es incapaz de dañarse o dañar.
Dejado claro que el nacido o la nacida no pueden hacer el mal ¿Qué es eso de que vienen a este mundo en pecado?
Un problema teológico difícil de explicar y al que en el seno de la Iglesia Católica se le han dedicado multitud de tratados. Ya que el núcleo de la estructura de poder sobre las conciencias reside en la “culpa”, que debe ser generada para de esa forma ostentar el poder del “perdón”. Y el rito iniciático de este macabro juego de poder parte de la idea de que existe el “pecado original”. Transfiriendo contra toda justicia una culpa genérica a todo el género humano, por el hecho de nacer humanos. En el ordenamiento legal de todo el mundo hace muchos años que se superó el hacer cargar a los hijos y descendientes con la culpa de los ancestros. Sin embargo la Iglesia Católica sigue defendiendo que las mujeres dan a luz a seres que son depositarios de una herencia fatal, consecuencia de una falta, cometida por una pareja en el Eden, no se sabe bien contra qué, ya que la explicación bíblica habla de comer un fruto “prohibido” sin motivos ni razones, por parte de un dios.
En tiempos de empoderamiento femenino el dogma de la Inmaculada Concepción se convierte en un menosprecio, en un ultraje hacia todas las mujeres, ya que todas ellas están manchadas y sólo una, la virgen María, es inmaculada. Sin mácula, sin mancha. Aunque nadie acaba explicando en qué consiste la “mancha” y porque lo que haga uno deber transferirse a todo el género humano porque sí.
Pensar en positivo nos lleva a asumir que todos los recién nacidos son inmaculados, no en vano dentro de poco la propia Iglesia celebra el dia de los Santos Inocentes.
Fdo Rafael Fenoy Rico