Más de 40 años de transición hacia la democracia y los frutos son evidentes, aunque no falta quien se fija más en la ausencia de ellos. El comportamiento electoral de la población viene confirmando que algo más de 3 de cada 10 posibles votantes no vota, que pasa de las elecciones políticas. Y en la etapa juvenil dependiendo de tramos la relación llega a 5 de cada 10. Los mayores de 55 años van casi 18 puntos en mayor medida a votar que los menores de entre 25 y 18 años.
Francisco Camas García, en Macroscopia escribía esto hace ahora 2 años: “Sin embargo, los datos de encuestas preelectorales y poselectorales de todas las elecciones nos recuerdan que… existe un porcentaje de abstención juvenil que, como el del paro, posee un carácter estructural”. De esta forma, invocando a la estructura, se detiene el análisis sobre las causas del desencanto, o falta de encantamiento, que la gente más joven siente. Una sociedad que no promueve el ansia de participar activamente en política de las jóvenes generaciones no puede denominarse democrática. Y en esto cabe mirar de frente a los gobiernos y los partidos políticos, que se suponen tienen responsabilidad directa en ello. El abstencionismo no es la consecuencia de decisiones individuales, sino la conclusión de un déficit democrático.
Más allá del comportamiento electoral asociado a la edad, que conlleva la experiencia vivida, la abstención es un factor que aporta información sobre la “salud” democrática de una sociedad. Las personas se guían, aunque en ocasiones cueste creerlo, de forma racional, es decir, aplican su entendimiento y se dan razones para hacer las cosas que hacen, o en este caso dejar de hacer. Y es que el ir a votar para un conjunto de personas que no se acercan a las urnas, se antoja una incomodidad, inútil además. Otras personas, abstencionistas convencidos políticamente, ejercen el derecho en aras de manifestar un NO rotundo a este, para ellos, “pasteleo” electoral, en el que la partitocracia celebra su gran fiesta “democrática”. Porque son los partidos políticos los que ganan o pierden en esto de las elecciones, sobre todo ganan al poder ejercer dictatorialmente el poder durante 4 años.
Después de 40 años el pueblo no ha ganado ni una de las elecciones a las que ha sido citado. Los programas electorales no se cumplen, una y otra vez, y aquí no pasa nada. Mienten los candidatos descaradamente y tampoco pasa nada. Y por desidia, por falta de inteligencia, por convicción en la falsa electoral, o por un razonamiento impecable de lo innecesario de votar porque el “pescado está vendido”, lo cierto, es que en cada cita electoral 3 o 4 de cada diez personas están ausentes.
Ir a votar y manifestar al mismo tiempo la crítica a esta falta de democracia podría ser una buena síntesis para las próximas citas electorales.
Fdo Rafael Fenoy Rico