El tiempo en: Sanlúcar

Campo de Gibraltar

"La transmisión oral se está perdiendo entre los pescadores”

La investigadora algecireña indaga en los matices del habla de los pescadores gaditanos en su libro ‘El Arte de pescar palabras. Terminología marinera gaditana'

Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
  • Mercedes Soto -
  • “Hay diferencias de unos puertos de la provincia a otros, porque cada uno tiene sus propias particularidades”
  • “Solían pintarse ojos en la proa de las barcas porque se creía que favorecía la pesca”
  • “Los corrales de pesca, arte usado en Rota, Chipiona y Sanlúcar, se denomina de forma distinta en Algeciras: fosetas”

La lengua es la manifestación de una cultura. Y viceversa. Bien lo sabe la doctora en filología Mercedes Soto, que ha rescatado del naufragio del tiempo un buen puñado de palabras. Pero también sones y expresiones que evocan  viejas creencias y mundos de leyenda. Veteranos pescadores le han confiado las mismas historias que oyeron de sus padres y abuelos. Y los más jóvenes le han explicado los vientos del cambio.

“Los mayores saben orientarse por las estrellas y tienen creencias populares. El joven accede a una formación que estandariza el habla”


¿Cómo surgió la idea de llevar a cabo una investigación sobre este tema en concreto?


—En uno de mis años de estudio en la Universidad de Granada, me pidieron en la asignatura de Geolingüística, es decir, la variación de la lengua por la situación geográfica, que hiciera un estudio de algo que fuera propio de mi zona y que, a ser posible, no hubiera en ningún otro lugar. Entonces, yo pensé en los arrieros, es decir, en la recogida del corcho, y en la almadraba. Como me iba a resultar muy difícil encontrar arrieros porque digamos que eso está ya casi desapareciendo, porque se está industrializando, opté por la almadraba. Realicé ahí mi primer pequeño estudio sobre el habla de los almadraberos. El trabajo le gustó mucho a mi profesor. Fue un gran descubrimiento para mí que me gustara la investigación. Luego, el Ministerio de Educación me concedió una beca de colaboración con el departamento de Lengua Española. Ahí tenía que llevar a cabo un proyecto de investigación. Como ya había comenzado con el de la almadraba pues decidí continuarlo.  Ahí fue cuando me introduje al cien por cien en la almadraba. No solo recogí más palabras, sino también documentaciones antiguas,  estudios que habían hecho otros autores, etcétera. Esto fue continuando. Hice un máster en Estudios Superiores de Lengua Española también en la Universidad de Granada. Tenía que hacer un trabajo de fin de máster.  Así completé el capítulo entero de la almadraba. Después decidí doctorarme, y continué con el tema de la pesca. Lo que hice fue centrarme en el léxico pesquero relacionado con los artes de pesca. El léxico pesquero es muy amplio, había que delimitarlo de alguna manera.Mi especialización es la relación entre la lengua y la cultura, es decir, la etnolingüística. Desde que empecé los estudios yo lo que veía muy claro es que la lengua es una manifestación de la cultura, y la cultura también es una manifestación de la lengua.  Veía necesario relacionar las dos cosas en mis estudios. El libro no consiste solamente en estudiar la lengua de los marineros, sino su cultura.  


¿Cómo fue tu método de investigación?¿Qué semejanzas y particularidades más llamativas encontraste?


—Siempre han sido entrevistas realizadas in situ. Empecé en La Línea. Yo iba a los puertos pesqueros y ahí localizaba a los pescadores. Siempre buscaba informantes pertenecientes a dos generaciones. Hice dos grupos: de 55 a 80 años y desde 18 a 55 años. Me interesaba determinar si había un cambio generacional en el habla de los pescadores. Sí que es cierto que hay diferencias de unos puertos a otros, sobre todo  porque cada puerto pesquero de la provincia tiene su propia identidad. No nos damos cuenta de eso muchas veces. A medida que los iba visitando, me iba dando cuenta de que, dependiendo de la localización del puerto, tienden más a utilizar un tipo de arte o otro. Pongo un caso. En La Línea, que es el puerto de la provincia de Cádiz que está más pegado a la zona de Málaga, se utiliza un arte de pesca que se conoce como el rastro remolcado. Ese arte no se utiliza en ningún otro sitio de la provincia, porque la localización que tiene La Línea con respecto a las demás facilidades le facilita la pesca de moluscos como  por el ejemplo el corruco o la concha fina. También en La Línea nos encontramos un arte de pesca conocido como bonitera o volatera, que tampoco se utiliza en ninguna otra localidad, pues porque es en esta zona del Estrecho por donde pasan especies migratorias como los ‘volaores’ o el bonito. Esto hace que, si en unos puertos se usan unos artes y en otros no, haya  puertos con unas voces características que les son propias. Luego también es verdad que iba visitando los distintos puertos pesqueros me iba dando cuenta de que no hay un patrón marcado. para estos casos, en lingüística se dice que no se pueden marcar isoglosas. Una isoglosa, digamos, es una línea que separa una zona de otra, porque en una zona se utiliza una palabra concreta, y en otra, otra, pero en el habla marinera ocurre una cosa muy curiosa. Las palabras parecen saltar de una localidad a otra sin ningún patrón marcado.  Esto lo he explicado en el libro. Los marineros tienen mucha movilidad. Si ahora hay pesca en La Línea, lo más normal es que vengan aquí a pescar, pero si, por ejemplo, están los caladeros cerrados porque no se puede pescar el corruco, por ejemplo, porque está en periodo de veda, ese pescador puede irse a Algeciras, lo contratan ahí y trabaja en Algeciras. Entonces, hay tanta movilidad que las palabras también se mueven. Por otro lado, hay palabras que son muy características de algunas zonas. Una muy clara es la palabra chorrar. En todos los puertos que hice entrevistas, sacar la red del agua se denomina cobrar el arte. Sin embargo, en Rota, por ejemplo, se le denomina chorrar. Entonces, cuando se escucha la palabra chorrar, a mí me hace pensar directamente en el puerto de Rota y no en ningún otro puerto de la provincia de Cádiz. Hay otra cosa muy curiosa. En Sanlúcar, Chipiona y Rota, hay un arte de pesca que, según actuales estudios antropológicos y arqueológicos, empezó a utilizarse en la Edad Media, que son los corrales de pesca. Son como unas construcciones de piedra que se hacen en zonas intermareales, es decir, donde baja mucho la marea, y luego sube,  de manera que, cuando baja la marea, el agua se queda delimitada en esa especie de muralla de piedra que se ha hecho. Ahí dentro se meten piedras más grandes, piedras más chiquititas, se hacen cuevas, luego lo que hacen los pescadores es ir a catar el corral: ir a ver lo que ha quedado dentro. Es un arte de pesca pasivo, es la simple marea lo que te permite ejercer la pesca. Así, en Rota, Chipiona y Sanlúcar, donde existe este arte de pesca, los marineros contestaron con el nombre que le corresponde, que es el de corral marino, corral de pesca, o corralillo. Pero luego, cuando yo entrevisté a los marineros de Algeciras, ellos lo denominaban foseta, un nombre que no se corresponde realmente con el arte, pero como no lo han utilizado nunca ni lo conocen de primera mano, el hablante opta por usar otra palabra. Una foseta es como un hoyo excavado en la tierra, entonces pues se correspondería con la realidad, aunque no es el nombre propio de la cosa. Eso hace que haya palabras propias en una zona y en otras no. 


¿Qué hay de palabras comunes como “palangre”?

—La palabra ‘palangre’ se utiliza en toda la provincia, porque es un término que podíamos denominar general. Lo que sí hay es una diferencia. Los marineros de la provincia distinguen el palangre según la situación en la que se cale en el mar. Si se cala en la superficie, se llama palangre de superficie. Si se cala a media agua, palangre de media agua, y si se cala en el fondo, pues palangre de fondo. o incluso también lo diferencian por la especie de captura: palangre de atún rojo, palangre de pez espada... Respecto a esto si hay una diferenciación en La Línea y en Rota. En estas dos localidades no se diferencian según esta norma que acabo de comentar, sino que le dicen ‘palangre fino’ y ‘palangre gordo’, dependiendo del grosor del cordel principal del palangre.


¿Este vocabulario pasa de generación en generación por la vía oral?

—Pasa con las palabras y la cultura. Primero, el gremio de los pescadores es un gremio muy cerrado, por decirlo de alguna manera, y, segundo, hasta hace poco, la transmisión era oral: de abuelos  a padres y de padres a hijos. Ahora lo que ocurre es que la pesca está sufriendo un cambio. Los pescadores más jóvenes no quieren acceder como simples marineros pescadores, como “pescadores rasos”, por decirlo de alguna manera,  sino que ya quieren ser, por ejemplo, o maquinista, o patrones de pesca, porque  éstos reciben más dinero que los demás, por lo que, claro, les conviene. Para acceder a una embarcación como patrón o maquinista tienes que realizar una serie de cursos, de la Junta o del Ministerio. Esto provoca que cada vez más jóvenes ya adquieren su vocabulario a través de la educación. La educación estandariza. Un marinero mayor, del grupo de los de 55 a 80 años, para denominar una sola realidad tiene 5 palabras, porque son las que ha ido conociendo a lo largo de su bagaje, mientras que un hablante más joven utiliza quizá solo una. Esa palabra es la que ya viene  en un libro y venga seguramente recogida en el diccionario de la Real Academia de la Lengua. Es decir, es un lenguaje más estandarizado. Con la cultura pasa totalmente lo mismo. Los grandes conocedores de la cultura son los mayores. Un marinero mayor puede saber cómo orientarse por las estrellas, o tiene creencias populares como que el Día de Todos los Santos es mejor no salir a pescar, porque es probable que te encuentres un muerto en el agua, como me decían algunos de ellos. Los más jóvenes estas creencias no las tienen. Una cosa muy curiosa es el uso de los ‘oculi’. Antiguamente se usaba en todas las costas. Hoy en día, se usa sobre todo en la provincia de Málaga. En la provincia de Cádiz, se sigue utilizando en La Línea. A unas embarcaciones llamadas jábegas, antiguamente, se les ponía en la proa una especie de ojos egipcios, los ‘oculi’. Era una creencia que tenían los pescadores de que así se favorecía la pesca. Es decir, que si la embarcación llevaba ese ojo pintado, tendrían más suerte a la hora de faenar. Ahora, estas embarcaciones  ya no llevan los ‘oculi” porque ya los pescadores no creen en esas cosas y ya no tienen la necesidad de dibujarlo. Así con muchas otras cosas.


¿Te ha dado este libro, con referencias como estas, tan literarias o incluso que parecen de leyenda, otras ideas para nuevas líneas de investigación?

En el libro he ido intercalando lingüística con cultura. Alrededor del arte de la almadraba, que es uno de los más antiguos, hay mucha cultura popular; refranes, canciones... Los pescadores de la almadraba más jóvenes, al estar ya todo mecanizado, ya no utilizan estas canciones que antiguamente se empleaban para seguir todos el compás y realizar todos la labor a la vez. Sin embargo, los más mayores sí que siguen siendo conscientes de que antiguamente sus padres y abuelos    usaban esas canciones cuando se levantaba el copo de la almadraba. Lo que yo llegué a recuperar es el nombre de la canción: ‘halar la red’. Como esto ha cambiado, pues ya no hace falta la canción. Entonces, la canción está en desuso. La he recogido en el libro por eso mismo. Me parece importante que esa cultura no se pierda.


¿Existen grabaciones de esa canción?
—Sí. Después de recuperar el nombre de la canción, me puse a buscar por internet. Gracias a este medio puedes descubrir muchas cosas. Me encontré con un vídeo grabado en 1956  que lo grabó el Consorcio Nacional Almadrabero para darle publicidad a la almadraba. Está grabado en Sancti Petri y Conil. Aparece esta canción junto con 4 coplillas que usaban para que todos los marineros remaran por igual, ya que no había embarcaciones con motor. También salen recogidas en el libro. Luego pasa lo mismo con los refranes. Pasa lo mismo con expresiones como ‘ir a por atún y ver al duque’. Es un refrán que viene de la almadraba. Lo empleaban las personas con el significado de hacer cosas con dos fines. La gente venía a Barbate o a Conil,  o a Sanlúcar, que es donde estaba el palacio de los Duques de Medina-Sidonia, a pro atún y a ver al duque. Iban a comprar atún y de camino que estaban ahí, como eran personas importantes, era una forma de demostrar que pertenecías a una clase social alta, entonces, ibas a ver al duque. Hoy en día son pocos los pescadores que lo conocen pero aún permanece en sus memorias. Ellos lo siguen usando con el mismo significado.  Como matar dos pájaros de un tiro. El habla está en continua evolución. Me parece muy importante en este contexto histórico en el que nos encontramos, en lo que prima es la tecnología, los avances informáticos,  poder conservar esa cultura que es tan nuestra, y que ha formado parte de nuestra vida durante tantos años, que no se pierda, creo que debe ser la finalidad de este tipo de estudios.


 

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN