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Arte y provocación

“Defender la estética y la ética en el arte es necesario. No cabe duda. La ética porque nos pone en directa relación con lo mejor de nosotros mismos en un natural ejercicio de autocrítica y análisis de aquellos potenciales personales y significado de los valores humanos”

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Parece existir un paralelismo profuso entre estas dos palabras que abre el presente artículo de opinión. Más si cabe en la actualidad, en un momento en que la libertad de expresión, lejos de ponerse en duda, es ampliamente admitida por el conjunto de la población.
No cabe duda que esto supone un gran avance en logro de libertades cercenadas y menoscabadas en el transcurso de la historia y por las que han luchado y sucumbido infinitud de nuestros ancestros, conocidos y menos conocidos, en las diferentes épocas de la humanidad.
Tampoco cabe duda que éste avance haya supuesto la posibilidad de un diálogo más amplio en las diferentes áreas de expresión, sobre todo en aquellas en las que por su propia naturaleza, no ha de existir ningún tipo de restricción. Ése es el caso del Arte.


Lejos de cuestionarnos esta realidad y en este panorama de libertades, recientemente, en el actual espectro de creación artística, proliferan manifestaciones donde parece existir una acusada descompensación entre ambos conceptos, estableciendo una dicotomía de prevalencia entre el arte y provocación.
Ya hemos dejado entrever y si no lo repetimos, que el Arte y su definición ciertamente es una ardua tarea, máxime atendiendo a la relativamente reciente conceptualización de las palabra, que de carácter  moderno, arranca en el siglo XVIII o siglo de las luces, donde la ilustración, por contraposición a la edad media por ejemplo, viene a implantar la racionalización y el concepto, frente al origen divino, abriendo las puertas a la estética, crítica e historia del arte.
No es nuestra intención entrar en discusión sobre la definición de la palabra, que tanto viene ofreciendo al ámbito de la cultura. Pero sí cabe la responsabilidad de acercarse a su significado. Más quizá a quienes lo ejercen. Es decir, todo aquel que llevado por la necesidad, encuentra en la expresión creativa una vía de comunicación personal en una suerte de abstracción, comunión y conjunción con el espectro social y vital que le rodea.
Pero al igual que existe la armonía u hostilidad entre el todo  y las partes en cualquier actividad humana, en una obra de arte se nos antoja, que persiguiendo la belleza, pretensión ésta desde la que parte la ilustración, también ha de existir la armonía. Y ha de producirse entre significante y significado, sujeto y objeto; en definitiva y en todo caso, lo producido y el fin perseguido. Sea este adulador, seductor o provocador.
Más aún. No sabiendo cual es el objetivo y final en el proceso creativo, la sensibilidad habrá de llevarnos en el delicado ejercicio de estética, a la sensación, conclusión  y expresión armónica de su construcción, en una suerte de resultado debidamente equilibrado.
Es por esto que nos llama aún más la atención aquellas obras, profusamente publicadas y expuestas en las galerías, ferias y museos actuales, muchas veces presentadas como ejemplo de arte emergente, novedoso o de vanguardia, a través de las que pudiera parecer que lo que prima es la provocación por la provocación. Obras que, desde nuestro modesto punto de vista, no ejercen como arte, sino más bien como pábulo de una especie de ´cabreo´ digno de ser expresado a toda costa, o bien una sensacionalista manifestación cuyo fin es llamar la atención a través del morbo que produce un tema determinado, aunque el contenido, sin el título y la explicación correspondiente, pudiera dar a entender cualquier otra cosa.
Defender la estética y la ética en el arte es necesario. No cabe duda.
La ética porque nos pone en directa relación con lo mejor de nosotros mismos en un natural ejercicio de autocrítica y análisis de aquellos potenciales personales y significado de los valores humanos. La estética, porque es la manifestación y exteriorización en sí misma de esa ´ilustración´ catalizada en nuestro interior como personas y en aquel caso, artistas.
Si la estética lleva implícito un acercamiento necesario a la belleza en cualquier creación, será materia ineludible a participar en la obra como en el análisis y su significado. No se trata de discriminar materiales utilizados en la producción de arte si éste es visual. No se trata de las técnicas utilizadas para la producción en pintura o escultura.
No se trata tampoco de establecer si la representación o dramatización se realiza en espacio cerrado o en vía pública aplicando sus nuevos conceptos.
No se trata igualmente, si aquello que se expresa viene alimentado por una idea concreta o bien surge de la nada, sin objeto, sin intencionalidad, sin estilo determinado, sin procedencia conceptual u objetivo.
Se trata más bien de que no sean las fauces de la apariencia y la pretensión en pertenecer al tablero de la concupiscencia propagandística, rentabilidad económica, profesional o difusión de lo creado.
Se trata más bien de la capacitación en las diferentes vertientes de expresión creativa. Su elección y dominio, su manejo hacia el fin expresivo que, alimentadas por el concepto si lo hubiere, puedan ofrecer un resultado digno en su vertiente de belleza o fealdad, entendiendo que existen expresiones, aunque armónicas, que nos comunican con el aspecto más crudo o virulento de nuestra existencia.
La provocación es otra cosa. Lleva implícita un aspecto de controversia social e ideológica que ofrece un relato a través de la, a veces, presunta obra de arte. Pero ese aspecto y relato ha de tener forma. Si es figurativa, colorista, abstracta, conceptual es indiferente. Todas son hermanas.
Lo que no puede ser indiferente es la propia expresión en sí. Y si en ésta, prima la provocación a su estructura, es decir, a la plasticidad de lo expresado, algo se pierde en el camino. Algo nos dice que prevalece el cabreo, oportunismo, influencias o capitales empleados.
El arte concierne principalmente al artista. Ni críticos, ni historiadores, ni galerías, ni directores de museos  tienen más opinión, ni mejor formada, ni experimentada que quienes viven en primera persona, por dedicarse a ello, las luces y sombras del arte.
Es por eso que desde el Arte, los artistas, han de reivindicar el Arte, denunciando si fuera necesario la provocación sin Arte de obras como la expuesta en el MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona) bajo el título de 'Haute couture 04 Transport´ a través de la que la provocación desfigura el Arte. Valva la redundancia voluntaria en la palabra.

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